Era Victoriano procónsul de Cartago y uno de los hombres más
ricos del norte de África.
Su fe cristiana era firmísima, por eso, cuando Hunerico cambió su fe católica
por la arriana, no
quiso tener un alto cargo como el procónsul de fe católica e instó a Victoriano
que cambiara de fe, confesando que Cristo no era Dios.
Victoriano
respondió: “Nada puede
separarme de la fe y el amor de Nuestro Señor Jesucristo. En la confianza que
tengo en un maestro tan poderoso, estoy dispuesto a sufrir todo tipo de
tormentos en lugar de consentir la impiedad arriana. Podrás exponerme a las
bestias salvajes o torturarme, pero nunca me obligarás a abandonar la Iglesia
Católica en la que fui bautizado”.
Esta respuesta exasperó tanto al tirano que
hizo que el santo
sufriera crueles tormentos, que Victoriano soportó con coraje, para finalmente
alcanzar la corona del martirio.
Fueron
apresados también en Tambala dos hermanos.
Les colgaron por las muñecas, mientras
pendían grandes pesos de sus pies.
Uno de ellos cedió y clamó libertad a cambio
de renegar de Cristo, pero su hermano le dijo: “No lo hagas, hermano, o te acusaré ante el tribunal de Cristo,
pues, ¿acaso no hemos jurado sobre Su Cuerpo y Sangre sufrir juntos por Él?”
Y con
estas palabras el hermano débil se confortó, por lo cual confesó nuevamente a
Cristo.
Los vándalos,
enfurecidos, les aplicaron hierros candentes en los costados, tormento en el
cual expiraron ambos hermanos.
También
padecieron dos mercaderes catagineses, ambos llamados Frumencio.
Habían vendido todos sus bienes en favor de los pobres y
siguieron a Cristo hasta el martirio.
Había
entre los prisioneros un médico de Cartago llamado Liberato, que junto a su mujer e hijos fue exiliado.
Fueron
ambos esposos separados en la prisión, mientras que la mujer
decía al marido: “No pienses más en tus hijos, Jesucristo lo guardará”.
Los arrianos dijeron a la mujer “Tu marido se ha sometido a las órdenes del rey, cede tú también
y seréis libres”.
Quiso ella ver a Liberato para ver si era
cierto.
Al
entrar en su celda y reprocharle su pecado, el marido le dijo “Os han engañado, oh esposa mía, nunca he renunciado a mi fe”.
Ambos
fueron martirizados con los anteriores mártires en este día del año 484.
Fuente:
-"Vidas
de los Santos". Tomo III. Alban Butler. REV. S. BARING-GOULD. 1914.
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