El
humildísimo san Francisco de Borja, tercer prepósito general de la Compañía de
Jesús, nació en Gandía y fue hijo de don Juan de Borja, tercer duque de Gandía,
y de doña Juana de Aragón, nieta del rey don Fernando el Católico.
A los diez años de su edad perdió a su
madre, y el inocente niño en lugar de llorar, ofrecía
en sufragio sangrientas disciplinas que descargaba sobre su tierno cuerpecito.
Se crio en el palacio de su tío, el
arzobispo de Zaragoza y en la corte del emperador Carlos V; y la emperatriz
doña Isabel quiso que se casase con doña Leonor de Castro, su dama, reputada
por la primera hermosura de palacio.
Fue esta boda muy aplaudida del emperador,
el cual hizo a Francisco marqués de Lombay, y privado suya tan familiar, que
estudiaba con él las matemáticas.
Acompañó Francisco al emperador en la
expedición de África y a la que intentó sobre las costas de la Provenza,
señalándose tanto por la prudencia en el consejo como por el valor en la
campaña.
La muerte de la emperatriz confirmó el
disgusto que tenía ya el santo de las cosas del mundo: le
mandó el emperador que condujese el cadáver a Granada, y al descubrirle para
hacer la entrega, le halló tan horrorosamente desfigurado, que no se reconocía
en él un solo rasgo de lo que había sido, y propuso en su corazón no servir más
a señor que se le pudiese morir.
Le nombró después el emperador virrey de
Cataluña, y luego que el santo tomó posesión de aquel gobierno, mudó de
semblante toda la provincia. Vivía en su palacio como religioso y consultaba
por cartas las cosas de su conciencia con san Ignacio de Loyola que estaba en
Roma.
Habiendo muerto su
esposa, con licencia del emperador renunció sus Estados, títulos y empleos y
entró en la Compañía de Jesús.
Celebró su
primera misa en la casa de Loyola, por su devoción a san Ignacio.
Traía sus espaldas hechas una llaga por el
rigor de sus disciplinas, su oración era un éxtasis continuado, deseaba ser
despreciado de todos, y se firmaba en sus cartas: Francisco
el pecador.
Es increíble el fruto de conversiones que
hizo así en las cortes como en los pueblos.
Muerto Carlos V
pronunció el santo su oración fúnebre, y cuando fue elegido general de la
Compañía, extendió maravillosamente su celo por toda Europa y por el nuevo
mundo.
En el conclave de los cardenales se pensó en
hacerle papa, si no lo estorbara la noticia que tuvieron de una recia
enfermedad que le asaltó, y el tesón con que por siete veces se resistió a
admitir el capelo cardenalicio.
Finalmente, después de haber visitado a la Virgen de
Loreto, entendiendo que se llegaba el día de su muerte, pidió perdón a todos
los que le rodeaban, y después de un éxtasis maravilloso, dio tranquilamente el
alma al Creador a los sesenta y dos años de su edad.
Reflexión: He aquí uno de los mayores ejemplos de desengaños del
mundo obrados por la muerte.
La
vista de una hermosura desfigurada hizo de uno de los más ilustres grandes de
España uno de los más esclarecidos santos de la Iglesia.
Mirémonos en este espejo, y aprendamos a apreciar en su
justo valor las cosas de la tierra.
Continuamente
está llamando la muerte a nuestras puertas: no perdona a pobres ni a ricos, a
príncipes ni a mendigos, a jóvenes robustos ni a decrépitos ancianos; cada día
falta de nuestro lado alguna persona amada o conocida.
Procuremos,
pues, vivir de manera que no nos halle desprevenidos.
Oración: ¡Señor nuestro Jesucristo! ejemplar y premio de la verdadera
humildad, te rogamos que, así como hiciste al bienaventurado Francisco glorioso
imitador tuyo en el desprecio de las honras de la tierra, así también nos
concedas que le imitemos y le acompañemos en tu gloria. Por Jesucristo, nuestro
Señor. Amén.
FLOS
SANCTORVM
DE
LA FAMILIA CRISTIANA
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