COMENZAMOS: 25 de octubre.
FINALIZAMOS: 2 de Noviembre (DÍA DE LA CONMEMORACIÓN DE LOS FIELES DIFUNTOS) Si es posible frente a la Cruz Mayor.
DÍA CUARTO
—Por la señal de la santa cruz, etc.
ACTO DE CONTRICIÓN
Señor mío, Jesucristo, Creador,
Padre y Redentor mío, en quien creo y espero, a quien amo y quisiera haber
siempre amado sobre todas las cosas; me pesa, sí, una y mil veces me pesa de
haberos ofendido, por ser Vos quien sois, bondad infinita; pésame también
porque merecí las terribles penas del Purgatorio y ¡ay! tal vez las eternas llamas
del infierno. Propongo firmemente nunca más pecar, y apartarme de todas las
ocasiones de ofenderos, ayudado de vuestra divina gracia. ¡Oh! tenga yo, Jesús
mío, la dicha de confesarme bien, enmendar la vida y perseverar hasta la
muerte. Os lo pido por esas benditas Ánimas, por vuestra Sangre preciosísima y
por los dolores de vuestra afligidísima Madre. Amén.
ORACIÓN AL PADRE ETERNO. (Para todos
los días de la Novena).
Padre celestial, Padre
amorosísimo, que para salvar a las Almas quisisteis que Vuestro Hijo unigénito,
tomando carne humana en las entrañas de una Virgen purísima, se sujetase a la
vida más pobre y mortificada, y derramase su Sangre en la Cruz por nuestro
amor; ¿cómo? ¿dejaríais sufrir largo tiempo a esas Almas en el Purgatorio,
habiendo costado tanto a Jesucristo y siendo vuestras amadísimas hijas?
¿Permitiríais fuese malograda Sangre de tan grande valor? Compadeceos, pues, de
esas pobrecitas Almas, y libradlas de aquellas horrorosas llamas. Compadeceos
también de la mía, y libradla de la esclavitud del vicio. Y si vuestra Justicia
divina pide satisfacción por las culpas cometidas, yo os ofrezco todas las
obras buenas que haga en este Novenario. ¡Ay! de poquísimo, de ningún valor
son, en verdad; pero yo las uno con los méritos infinitos de vuestro Hijo
divino, con los dolores de su Madre santísima, y con las virtudes heroicas de
cuantos justos han existido en la tierra. Miradnos a todos, vivos y difuntos,
con ojos de compasión, y haced que celebremos un día vuestras misericordias en
el eterno descanso de la gloria. Amén.
MEDITACIÓN:
SOBRE LA PENA DEL DAÑO.
Punto Primero. — Por horrorosos que sean los tormentos que padecen las
Ánimas en el Purgatorio, por espantosas que sean las llamas en que se abrazan,
no igualarán jamás la pena vivísima que sienten al verse privadas de la vista
clara de Dios. En efecto; aquéllas constituyen la pena de sentido, ésta la de
daño; aquéllas son limitadas; ésta infinita; aquéllas privan a las almas de un
bien accidental, cual es el deleite; por ésta carecen de un bien esencial a la
bienaventuranza, en el cual consiste la felicidad del hombre, y es la posesión
beatífica de Dios. Ahora no comprendemos esta pena; pero ella es atroz,
incomprensible, infinita. ¡Ah! ¡pobres Ánimas! Vosotras
conocéis a Dios, no con un conocimiento oscuro, como nosotros, sino con una luz
clara y perfectísima; veis que es el centro de vuestra felicidad, que contiene todas
las perfecciones posibles y en grado infinito; sabéis que, si cayera en el
infierno una sola gota de aquel océano infinito de delicias que en sí encierra,
bastaría para extinguir aquellas llamas y hacer del infierno el paraíso más
delicioso. Comprendéis todo esto perfectísimamente, y así os lanzáis hacia aquel
Bien infinito con más fuerza que una enorme peña desgajada de la montaña se
precipita a lo profundo del valle; ¡y no obstante
no le podéis abrazar ni poseer! ¡Qué pena! ¡Qué tormento! Absalón,
privado solamente dos años de la amable vista de su padre David, vive desconsoladísimo;
nada le alegra: ni riquezas, ni amigos, ni delicias; continuamente suspira por
verle, hasta llegar a elegir la muerte antes que verse más tiempo privado de su
presencia, siendo su padre un simple mortal; ¡qué
será, pues, para vosotras el vero privadas de Dios, y con Él de todo bien, de
todo consuelo y felicidad! Preciso fuera sentirlo, para formarse una
idea cabal y completa de estado tan horriblemente angustioso.
—Medita un poco sobre lo dicho.
Punto Segundo. — Si tan horribles penas sienten las Ánimas, viéndose
privadas del hermosísimo rostro de Dios, ¿cuál
debería ser tu desconsuelo, oh pecador, que vives privado de su gracia y
amistad? Las Almas benditas del Purgatorio no poseen aún a Dios, es
verdad; pero están seguras de poseerle un día, porque son amigas, hijas y
esposas suyas muy queridas. Pero tú, infeliz, sabes que, viviendo como vives,
no poseerás jamás a Dios. Sabes que desde el momento en que te rebelaste contra
Él perdiste su gracia, y con ella la rica herencia de la gloria. ¡Ah! Cómo dices: ¿Padre
nuestro, que estás en los cielos? Te engañas: Dios
ya no es tu padre, ni tu señor, ni tu rey. ¿Sabes
quién es tu padre y señor? ¡Ay de ti! Es el demonio: Vos ex patre diaholo estis. A él te entregaste
pecando, él es tu compañero inseparable; tú eres su esclavo. Si Dios rompiera
el hilo delgado de tu vida, ¡ay! el demonio se
apoderaría de ti y arrastraría su presa al fuego del infierno. ¡Ay! ¿Crees esto,
pecador, y no obstante duermes tranquilo? Dios todopoderoso es tu enemigo,
tiene firmada contra ti la sentencia de condenación eterna; ¡y tú, lejos de borrarla con una buena confesión, juegas,
ríes, te diviertes, pasas días, meses, años y la vida entera en el pecado! ¡Oh
deplorable ceguedad! ¡Oh insensibilidad más que de bruto irracional!
—Medita lo dicho
un poco; encomienda a Dios las Ánimas de tu mayor obligación, y pide, por la
intercesión de María Santísima, la gracia que deseas conseguir en esta Novena.
Ejemplo:
Refieren varios autores que,
estando un religioso carmelita descalzo en oración, se le apareció un difunto
con semblante muy triste y todo el cuerpo rodeado de llamas. “¿Quién eres tú? ¿Qué es lo que quieres?, preguntó
el religioso.
— Soy,
respondió, el pintor que murió días pasados, y dejé
cuanto había ganado para obras piadosas.
— ¿Y
cómo padeces tanto, habiendo llevado una vida tan ejemplar?, volvió a
decirle el religioso.
— ¡Ay!, contestó
el difunto; en el tribunal del supremo Juez se levantaron contra mí muchas almas,
unas que padecían terribles penas en el Purgatorio, y otras que ardían en el
infierno, a causa de una pintura obscena que hice a instancias de un caballero.
Por fortuna mía se presentaron también muchos Santos, cuyas imágenes pinté, y
dijeron para defenderme que había hecho aquella pintura inmodesta en la
juventud, que después me había arrepentido, y cooperado a la salvación de
muchas almas, pintando imágenes de Santos; y, por último, que había empleado lo
que había ganado, a fuerza de muchos sudores, en limosnas y obras de piedad.
Oyendo el Juez soberano estas disculpas, y viendo que los Santos interponían
sus méritos, me perdonó las penas del infierno, pero me condenó a estar en el
Purgatorio mientras dure aquella pintura. Avisa, pues, al caballero N. N., que
la eche al fuego; y ¡ay! de él si no lo hace. Y en prueba de que es verdad lo
que digo, sepa que dentro de poco tiempo morirán dos de sus hijos.
Creyó, en efecto, el caballero la
visión y arrojó al fuego la imagen escandalosa. Antes de dos meses se le murieron
dos hijos, y él reparó con rigurosa penitencia los daños ocasionados en las
Almas.
ORACIÓN
A JESÚS TRATADO COMO LOCO Y
PROPUESTO A BARRABÁS
¿Qué decíais, oh Ángeles del
cielo, cuando visteis a la Majestad y Sabiduría infinita tan vilmente
despreciada en casa de Herodes y en pretorio de Pilatos? ¿Cómo? ¡Vos, oh Jesús
mío, vestido de ropa blanca y tenido por loco! Vos, ¡Rey de cielos y tierra, conducido
así por las calleé de Jerusalén, cargado de oprobios e ignominias! Vos, ¡el
Hijo de Dios, pospuesto al más vil facineroso! Pero ¡ay de mí! ¡yo también os
he tratado de necio prefiriendo las locas máximas del mundo a vuestra ley sapientísima!
¡Yo también ingrato os he abandonado y pospuesto a un vil interés, a un sucio
deleite, a un puntillo de honra por un miserable qué dirán! ¡Ay!, merecía estar
por siempre privado de vuestra presencia amabilísima, pero ya que por mí sufristeis
escarnios tan crueles, tened compasión de mí y de las pobres Ánimas del
Purgatorio. Sí, Jesús mío; por esas vuestras ignominias curad mi loca vanidad y
soberbia; por aquel grito tremendo que oísteis en casa del juez, gritando todos
a una voz: Crucificadle, crucificadle, haced que yo crucifique mis pasiones,
para que, junto con las Ánimas del Purgatorio, logre un día alabaros
eternamente en la gloria. Amén.
—Para
más obligaros, os saludamos con cinco Padre nuestros, cinco Ave Marías y un
Gloria Patri.
Obsequio:
Mañana, en sufragio de las benditas Ánimas,
y en satisfacción de las palabras altivas que hubiéremos dicho, besar tres veces
la tierra; y el que quiera aún humillarse más, podrá hacer con la lengua una pequeña
cruz en el suelo.
ORACIÓN: A LAS ÁNIMAS EN EL
PURGATORIO.
Esposas muy queridas del Señor,
que encerradas en la cárcel del Purgatorio sufrís indecibles penas, careciendo
de la presencia de Dios, hasta que os purifiquéis, como el oro en el crisol, de
las reliquias que os dejaron las culpas; ¡con cuánta razón desde aquellas
voraces llamas clamáis a vuestros amigos pidiendo misericordia! Yo me
compadezco de vuestro dolor, y quisiera tener caudal suficiente para satisfacer
deuda tan crecida; y aunque más pobre que vosotras mismas, os ofrezco y aplico
cuantas indulgencias pudiere ganar en este día, y cuantas obras de supererogación
hiciere durante (diga el tiempo que
quiera), a excepción de aquellas que por alguna necesidad
particular aplicare. Pero siendo tan pobres mis méritos para satisfacer por
vosotras a la Justicia Divina, apelo a la piedad de los Justos, a los ruegos de
los Bienaventurados, al tesoro inagotable de la Iglesia, a la intercesión de
María Santísima y al precio infinito de la sangre de Jesucristo. Conceded,
Señor, a esas pobres Ánimas, sobre todo al alma de N. N., el deseado consuelo y
descanso. Pero confío también, Almas agradecidas, que tendré en vosotras
poderosas medianeras que me alcancen del Señor gracia con que deteste mis culpas,
adelante en la virtud, sojuzgue mis pasiones y llegue a la eterna
bienaventuranza. Amén.
NOVENA A LAS
ÁNIMAS DEL
PURGATORIO.
SACADA DEL
ANCORA DE SALVACIÓN.
Por el R. P. JOSE MACH (de la Compañía de Jesús).
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