miércoles, 30 de octubre de 2019

NOVENA EN SUFRAGIO DE LAS AFLIGIDAS ÁNIMAS DEL PURGATORIO. DÍA SEXTO.




ACTO DE CONTRICIÓN


Señor mío, Jesucristo, Creador, Padre y Redentor mío, en quien creo y espero, a quien amo y quisiera haber siempre amado sobre todas las cosas; me pesa, sí, una y mil veces me pesa de haberos ofendido, por ser Vos quien sois, bondad infinita; pésame también porque merecí las terribles penas del Purgatorio y ¡ay! tal vez las eternas llamas del infierno. Propongo firmemente nunca más pecar, y apartarme de todas las ocasiones de ofenderos, ayudado de vuestra divina gracia. ¡Oh! tenga yo, Jesús mío, la dicha de confesarme bien, enmendar la vida y perseverar hasta la muerte. Os lo pido por esas benditas Ánimas, por vuestra Sangre preciosísima y por los dolores de vuestra afligidísima Madre. Amén.


ORACIÓN AL PADRE ETERNO. (Para todos los días de la Novena).


Padre celestial, Padre amorosísimo, que para salvar a las Almas quisisteis que Vuestro Hijo unigénito, tomando carne humana en las entrañas de una Virgen purísima, se sujetase a la vida más pobre y mortificada, y derramase su Sangre en la Cruz por nuestro amor; ¿cómo? ¿dejaríais sufrir largo tiempo a esas Almas en el Purgatorio, habiendo costado tanto a Jesucristo y siendo vuestras amadísimas hijas? ¿Permitiríais fuese malograda Sangre de tan grande valor? Compadeceos, pues, de esas pobrecitas Almas, y libradlas de aquellas horrorosas llamas. Compadeceos también de la mía, y libradla de la esclavitud del vicio. Y si vuestra Justicia divina pide satisfacción por las culpas cometidas, yo os ofrezco todas las obras buenas que haga en este Novenario. ¡Ay! de poquísimo, de ningún valor son, en verdad; pero yo las uno con los méritos infinitos de vuestro Hijo divino, con los dolores de su Madre santísima, y con las virtudes heroicas de cuantos justos han existido en la tierra. Miradnos a todos, vivos y difuntos, con ojos de compasión, y haced que celebremos un día vuestras misericordias en el eterno descanso de la gloria. Amén.





DÍA SEXTO


MEDITACIÓN


PACIENCIA Y RESIGNACIÓN DE LAS BENDITAS ÁNIMAS



Punto Primero. — Es verdad que las Almas del Purgatorio padecen imponderables penas, y sin mérito, pero las padecen con una paciencia y resignación admirables. Conocen a Dios con luz perfectísima, le aman con purísimo amor, y desean ardentísimamente poseerlo, pero al ver sus faltas, bendicen y adoran la mano justa y amorosa que las castiga. ¡Oh! y con cuánta más resignación que los hermanos de José, exclaman: ¡Mérito boec patimur! Con mucha razón nos castigáis, Señor; pues cuando pecamos no temimos vuestro poder y justicia, frustramos los designios de vuestro amor y sabiduría, despreciamos vuestra majestad y grandeza, y ofendimos vuestras perfecciones infinitas. Justo es que seamos castigadas. Hombres sin conocimiento de la verdadera religión fueron agradecidos a sus bienhechores; Faraón hizo a José virrey de Egipto, porque le interpretó un sueño misterioso. Asuero elevó a Mardoqueo a los primeros empleos de la Persia, porque le descubrió una conspiración; hasta los osos y leones y otras fieras indómitas, agradecidas defendieron a sus bienhechores; y nosotras, creadas a vuestra imagen, redimidas con vuestra Sangre, honradas con bienes de fortuna y exaltadas con tantos dones de la gracia, ingratas ¡ay! Os abandonamos en vida. Sí; purificadnos en este fuego; ¡por acerbas que sean nuestras penas, bendecidnos y ensalzaremos vuestra justicia y misericordia infinita! Justus es, Domine, et rectum judicium tuum.

Todavía más: es tanta la fealdad del pecado, por leve que sea, que, si Dios abriera a esas Almas las puertas del cielo, no se atreverían a entrar en él, manchadas como están, sino que suplicarían al Señor las dejara purificarse primero en aquellas llamas. No de otra suerte que una doncella escogida por esposa de un gran monarca, si el día de las bodas apareciese una llaga asquerosa en su rostro, no se atrevería a presentarse en la Corte, y suplicaría al Rey que difiriese las bodas hasta que estuviera perfectamente curada. ¡Oh pecado! por leve que parezcas, ¡qué mal eres tan grave, cuando las mismas Almas preferirían los horrores del Purgatorio a entrar en el cielo con la menor sombra de tu mancha!




—Medita un poco sobre lo dicho.




Punto Segundo. —- Mira, cristiano, si puede darse locura mayor que la tuya. . .
Te reconoces deudor a la Justicia divina de horribles penas por los pecados enormes que cometiste en la vida pasada, y por las innumerables faltas en que al presente caes todos los días; que no basta confesarte; que la absolución borra, sí, la culpa, mas, no condonando toda la pena, es preciso satisfacer a la Justicia divina en este, o en el otro mundo; y, no obstante, jamás te cuidas de hacer penitencia. Ahora podías expiar tus culpas fácilmente, y con mucho más mérito tuyo: una confesión bien hecha, una Misa bien oída, un trabajo sufrido con paciencia, una ligera mortificación, una limosna, una indulgencia, un Vía Crucis hecho con devoción, podría excusarte espantosos suplicios; y tú todo lo descuidas, todo lo dejas para la otra vida. ¡Ay! ¿Has olvidado, por ventura, cuán horribles son y cuánto tiempo duran aquellos tormentos? ¿No sabes que, según afirman ciertos autores, fundados en revelaciones muy respetables, varias de aquellas Almas han estado siglos enteros en el Purgatorio, y otras estarán allí hasta el juicio final? ¡Insensato! Las Ánimas, dice San Cirilo de Jerusalén, mejor querrían sufrir hasta el fin del mundo todos los tormentos de esta vida, que pasar una sola hora en el Purgatorio; y tú quieres más arder siglos enteros en el Purgatorio, que mortificarte en esta vida un solo momento. ¡Oh espantosa locura!



—Medita lo dicho un poco; encomienda a Dios las Ánimas de tu mayor obligación, y pide, por la intercesión de María Santísima, la gracia que deseas conseguir en esta Novena.



Ejemplo:


Había en Bolonia una viuda noble, que tenía un hijo único y muy querido. Estando divirtiéndose un día con otros jóvenes, pasó un forastero y Ies interrumpió el juego. Le reprendió ásperamente el hijo de la viuda, y resentido el forastero, sacó un puñal, se lo clavó en el pecho, y dejándole palpitando en el suelo, echó a huir calle abajo con el puñal ensangrentado en la mano, y se metió en la primera casa que encontró abierta. Allí suplicó a la señora que por amor de Dios le ocultase; y ella, que era precisamente la madre del joven asesinado, le escondió en efecto. Entre tanto llegó la justicia buscando al asesino; y no hallándole allí, “sin duda, dijo uno de los que les buscaban, no sabe esta señora que el muerto es su hijo, pues si lo supiera, ella misma nos entregaría al reo, que indudablemente debe estar aquí”. Poco faltó, para que muriese la madre de sentimiento al oír estas palabras. Mas luego, cobrando ánimo y conformándose con la voluntad divina, no sólo perdonó al que había matado a su único y estimado hijo, sino que le entregó todavía una cantidad de dinero y el caballo del difunto para que huyese con más prontitud; y después le adoptó por hijo. Pero ¡cuán agradable fué a Dios esta generosa conducta! Pocos días después estaba la buena señora haciendo oración por el alma del difunto, cuando de pronto se le apareció su hijo, todo resplandeciente y glorioso, diciéndole: “Enjugad, madre mía, vuestras lágrimas y alegraos, que me he salvado. Muchos años tenía que estar en el Purgatorio, pero vos me habéis sacado de él, con las virtudes heroicas que practicasteis perdonando y haciendo bien al que me quitó la vida. Más os debo por haberme librado de tan terribles penas, que por haberme dado a luz. Os doy las gracias por uno y otro favor; adiós, madre mía, adiós; me voy al cielo donde seré dichoso por toda la eternidad”.


ORACIÓN


A JESÚS CORONADO DE ESPINAS.


¡Oh amabilísimo Redentor mío! ¡Los pecadores se coronan de rosas, los reyes de la tierra se ciñen coronas de diamantes y perlas, y Vos, Rey inmortal de los siglos estáis coronado de espinas! ¡Oh! ¡si esa vuestra corona se clavase en mi cabeza, para arrancar de una vez mi soberbia

y malos pensamientos! ¡Oh! ¡Si a lo menos una de esas espinas atravesara mi conciencia, y no me dejaba reposar hasta que hubiese mudado de vida! Señor, no quiero ya más coronarme de flores en este mundo, sino de espinas por vuestro amor. Y Vos, Padre Misericordiosísimo, aceptad, en sufragio de las pobres Almas del Purgatorio, aquellas befas, humillaciones y dolores acerbísimos que sufrió vuestro amable Hijo cuando le coronaron de espinas. Por aquellas asquerosas salivas que recibía, por aquellos escarnios con que le ultrajaban, por aquella sangre que corría de su cabeza santísima, a fuerza de los cruelísimos golpes que sobre las espinas le daban, por aquel dolor que atravesó el corazón de su angustiadísima Madre, aliviad, os suplico, a las afligidas Almas del Purgatorio y concededles pronto la corona incorruptible de la gloria. Y para alcanzar de Vos esta gracia diremos cinco Padre nuestros, cinco Ave Marías y un Gloria Patri.



Obsequio.


En sufragio de las Almas del Purgatorio, aplicar los cien días de indulgencia





ORACIÓN:  A LAS ÁNIMAS EN EL PURGATORIO.



Esposas muy queridas del Señor, que encerradas en la cárcel del Purgatorio sufrís indecibles penas, careciendo de la presencia de Dios, hasta que os purifiquéis, como el oro en el crisol, de las reliquias que os dejaron las culpas; ¡con cuánta razón desde aquellas voraces llamas clamáis a vuestros amigos pidiendo misericordia! Yo me compadezco de vuestro dolor, y quisiera tener caudal suficiente para satisfacer deuda tan crecida; y aunque más pobre que vosotras mismas, os ofrezco y aplico cuantas indulgencias pudiere ganar en este día, y cuantas obras de supererogación hiciere durante (diga el tiempo que quiera), a excepción de aquellas que por alguna necesidad particular aplicare. Pero siendo tan pobres mis méritos para satisfacer por vosotras a la Justicia Divina, apelo a la piedad de los Justos, a los ruegos de los Bienaventurados, al tesoro inagotable de la Iglesia, a la intercesión de María Santísima y al precio infinito de la sangre de Jesucristo. Conceded, Señor, a esas pobres Ánimas, sobre todo al alma de N. N., el deseado consuelo y descanso. Pero confío también, Almas agradecidas, que tendré en vosotras poderosas medianeras que me alcancen del Señor gracia con que deteste mis culpas, adelante en la virtud, sojuzgue mis pasiones y llegue a la eterna bienaventuranza. Amén.


NOVENA A LAS
ÁNIMAS DEL PURGATORIO.

SACADA DEL
ANCORA DE SALVACIÓN.


Por el R. P. JOSE MACH (de la Compañía de Jesús).

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