En el sacrosanto
misterio de la Epifanía
(que
significa manifestación) celebra la
santa Iglesia aquel dichoso y bienaventurado día en que el Hijo de Dios,
vestido de nuestra carne, se manifestó a los reyes Magos como a primicias de la
gentilidad.
Porque
como este Señor era Rey del mundo y venía para salvarle, luego en naciendo
quiso ser conocido de los que estaban cerca y de los que moraban lejos, de los
pastores y de los reyes, de los simples y de los doctos, de los pobres y de los
ricos, de los hebreos y de los paganos, y juntar en uno los que eran entre sí
contrarios en el culto y religión y en el conocimiento del mismo Dios.
Este admirable acontecimiento nos refiere el
sagrado Evangelio por estas palabras:
«Habiendo
nacido Jesús en Belén de Judá, en los días de Herodes el rey, he aquí que unos
Magos vinieron del oriente a Jerusalén, diciendo:
¿Dónde está el rey de los judíos
que ha nacido? Porque vimos su estrella en el oriente y venimos a adorarle.
Y oyendo esto Herodes el rey, se
turbó, y toda Jerusalén con él. Y convocando a todos los príncipes de los
sacerdotes, y a los escribas del pueblo, inquiría de ellos dónde el Cristo había
de nacer. Y ellos le dijeron:
En Belén de Judá; porque así está escrito por el profeta:
Y tú, Belén, tierra de Judá, de ningún modo eres la más pequeña entre las
principales de Judá, pues de ti saldrá el Caudillo, que regirá a mi pueblo de
Israel.
Entonces Herodes, llamando
reservadamente a los Magos, averiguó de ellos con diligencia el tiempo de la
estrella, que les apareció. Y encaminándolos a Belén, dijo:
Id, y preguntad
diligentemente acerca del Niño; y apenas le hubiereis hallado, hacédmelo saber,
para que yo, yendo asimismo, le adore.
Y he
aquí que la estrella, que habían visto en el oriente, iba delante de ellos,
hasta que llegando, se paró encima de donde estaba el Niño. Y al ver la
estrella, se holgaron con gran júbilo.
Y entrando en la casa, hallaron al Niño con
su Madre María y postrándose le adoraron; y abiertos sus tesoros, le ofrecieron dones, oro,
incienso y mirra.
Y recibido aviso en sueños para que no
tornasen a Herodes, se volvieron a su país por otro camino. » (SAN
MATEO 2,1-13).
Reflexión: «Reconozcamos
en los Magos adoradores de Cristo (dice san León, papa), las primicias
de nuestra vocación y de nuestra fe, y celebremos con grande gozo de nuestras
almas los principios de nuestra dichosa esperanza. Adoremos al tierno Infante
que veneraron los Magos en la cuna como al Dios omnipotente que está en los cielos,
y presentémosle también de nuestros corazones ofrendas dignas de Dios.» (Serm. II de
Epiph.).
Y; ¿cuáles
son estas ofrendas dignas de Dios?
Las que se significaban por los tesoros de los
santos Reyes: el oro de nuestra caridad, amando a Jesús
sobre todas las cosas; el incienso de
nuestra oración, para, alabarle y alcanzar las gracias que nos convienen; y la mirra de la cristiana mortificación, para tener a raya las malas concupiscencias que nos
apartan de su divino servicio.
Y después de hacer hoy estos ofrecimientos
al divino Mesías, tomemos como los Magos otra senda distinta de la pasada,
haciendo una saludable mudanza de vida, para que libres de todo peligro, podamos
llegar a nuestra verdadera patria, que es el cielo.
Oración: ¡Oh Dios! que en este día ordenaste que tu
unigénito Hijo fuese conocido y adorado de los gentiles, dándoles por guía una
estrella, concédenos por tu bondad, que pues ya te conocemos por la fe, lleguemos
a la contemplación de tu gloria inefable.
Por el mismo Jesucristo, nuestro
Señor. Amén.
FLOS
SANCTORVM
DE
LA FAMILIA CRISTIANA.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario