San Anfiloquio fue amigo
íntimo de San Gregorio Nacianceno, su primo, y de San Basilio, aunque era más
joven que ellos. Las cartas de esos dos santos a Anfiloquio son nuestra
principal fuente de información.
Anfiloquio nació
en Capadocia. En su juventud, fue retórico en Constantinopla, donde,
según parece, tuvo dificultades económicas. Siendo todavía joven, se retiró a
un sitio solitario de las proximidades de Nazianzo, junto con su padre que era
ya muy anciano.
San Gregorio daba a su amigo un poco de grano a cambio de las
legumbres de su huerto. En una carta se queja, en broma, de que siempre
sale perdiendo en el negocio. El año 374, cuando tenía unos treinta y cinco
años, Anfiloquio fue elegido obispo de Iconium y
aceptó el cargo muy contra su voluntad. El padre de Anfiloquio se quejó a San
Gregorio de
que le habían privado de su hijo. En su respuesta, el
santo afirmó que no tuvo parte alguna en el nombramiento y que él también sufría
al verse privado de su amigo.
San Basilio, a quien
probablemente se debía el nombramiento, escribió a Anfiloquio
una carta
de felicitación.
En ella le exhorta a no dejarse arrastrar
nunca al mal, aunque esté de moda y existan otros precedentes, puesto que está
llamado a guiar a los otros y no a dejarse guiar por ellos. Inmediatamente después de su
consagración, San Anfiloquio fue a visitar a San
Basilio en Cesarea.
Ahí predicó al pueblo y sus sermones fueron más apreciados que los de todos los
extranjeros que habían predicado en la ciudad.
San Anfíloco o Anfiloquio consultó
frecuentemente a San Basilio acerca
de diversos puntos de doctrina y disciplina y, gracias a sus ruegos, escribió
San Basilio su tratado sobre el Espíritu Santo. San
Anfíloco fue quien predicó el panegírico de San
Basilio en sus funerales. Nuestro santo reunió en Iconium un
concilio contra los herejes macedonianos, que negaban la divinidad del Espíritu
Santo y, en el año 381, asistió al Concilio
Ecuménico de Constantinopla contra los mismos herejes. Ahí conoció a San
Jerónimo, a quien leyó su propio tratado sobre el Espíritu Santo.
Pidió al emperador Teodosio
I que prohibiese las
reuniones de arríanos, pero el emperador se negó porque juzgaba demasiado
rigurosa esa medida. Poco después fue el santo a palacio. Arcadio, que había
sido ya proclamado emperador, estaba junto a su padre. San
Anfiloquio saludó
a Teodosio e ignoró a su hijo. Cuando Teodosio se lo hizo notar, el
santo acarició la mejilla de Arcadio.
Teodosio montó en cólera. Entonces Anfiloquio le dijo: “Veo que no soportas que se trate con ligereza
a tu hijo. ¿Cómo puedes, pues, sufrir que se deshonre al Hijo de Dios?” Impresionado
por esas palabras, el emperador prohibió poco después las reuniones públicas y
privadas de los arrianos.
Combatió también
celosamente la naciente herejía de los mesalianos. Eran éstos maniqueos e
iluminados, que ponían la esencia de la religión en la oración exclusivamente.
El santo presidió en Sida de Panfilia un sínodo contra dichos herejes. San
Gregorio Nacianceno
llama a San Anfiloquio obispo irreprochable, ángel y heraldo de la
verdad. El padre de nuestro santo afirmaba que curaba a los enfermos
con sus oraciones.
Conocemos
bastante bien a San Anfiloquio, gracias a las referencias que se hallan en la
literatura cristiana de la época.
VIDAS DE LOS SANTOS
DE BUTLER— 1965
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