Siendo la fiesta
del nacimiento temporal del Salvador del mundo, que vulgarmente llamamos Navidad, de la palabra latina Nativitas que significa nacimiento, una de las más antiguas y más solemnes en la
Iglesia, no debe admirarnos el que la vigilia haya sido mirada en todos tiempos
como un dia solemne, y como una solemnidad privilegiada. La
misa, el oficio, todo se dirige a inspirarnos una gran veneración a este gran
dia; y el número de homilías y de discursos de los santos padres dan
bastantemente a conocer la devoción con que en todos tiempos han celebrado los
fieles la vigilia
de Navidad. Se ha podido ver en el dia 14 de
agosto, vigilia de la Asunción de la santísima Virgen, el origen y el espíritu
de estas vigilias, que se pasaban en la iglesia la noche que precedía a las fiestas
solemnes, y que siempre iban acompañadas de ayuno para preparar a los fieles
con la oración y la penitencia a celebrar dignamente estas solemnidades.
Después la Iglesia ha abolido estas asambleas nocturnas por el abuso que se hacía
de ellas muchas veces, y no ha conservado esta costumbre sino en la vigilia de
Navidad.
A la verdad, como el adviento no es otra cosa
en el uso y en el espíritu de la Iglesia que un tiempo prescrito antes de
Navidad para prepararnos con ejercicios de devoción a hacernos favorable el
advenimiento o la venida de Jesucristo, pues esto significa la palabra
adviento, se puede decir que todo el tiempo de
adviento no es otra cosa que una vigilia de la fiesta de Navidad; así
como el tiempo de cuaresma puede llamarse en el mismo sentido la vigilia o
preparación para la solemnidad del santo dia de Pascua: este es el espíritu con que
tantas órdenes religiosas y tantas personas devotas santifican el tiempo de
adviento con el ayuno y con la observancia de muchos ejercicios de religión;
pero de todo el tiempo de adviento ningún dia debe ser tan santo como el que precede
al nacimiento del Salvador del mundo. La Iglesia le mira como que hace
una parte de la celebridad de esta fiesta: el
oficio de él le hace doble desde laudes, que quiere decir desde el amanecer, cuando
en las otras vigilias el oficio doble no comienza hasta vísperas.
El espíritu y la intención de la
Iglesia en esta institución es mover y llevar los fieles a santificar este dia
con todos los ejercicios de devoción que pueden servir de preparación para esta
gran fiesta. Antiguamente toda obra servil y todo trabajo corporal cesaba la
vigilia de Navidad; después se han contentado las gentes con cerrar los tribunales
desde este dia hasta el dia después de Reyes; pero la Iglesia al dispensar en
la cesación del trabajo, no ha pretendido dispensarnos de los ejercicios de
piedad y de penitencia. Como cuando nació el
Salvador fué hacia media noche, la Iglesia destina todo el dia precedente para prepararnos
a celebrar este dichoso nacimiento, pedido, deseado y suspirado por tantos
siglos.
Ninguna cosa es más propia para hacernos entrar con el espíritu de la
Iglesia en la solemnidad de este dia, que las expresiones tan dulces y tan
llenas de consuelo de que se sirve en el oficio de este dia y en la misa. Parece que ha reunido en estos actos de religión cuanto
hay en la Escritura de más tierno, de más patético y más capaz de mover,
tocante al nacimiento del Mesías. Votos de
los santos patriarcas, deseos ardientes y enigmáticos de los profetas, figuras sagradas,
acontecimientos misteriosos, símbolos proféticos, todo se reúne el dia de hoy:
de todo se hace como un resumen para excitar la confianza, la esperanza y la fe
en el corazón de los cristianos; y todo conspira a hacer sentir aquel gozo
puro, que hace olvidar las amarguras del destierro a los fieles.
Hodié scietis, quia veniet Dominus, et
salvabit nos, canta la Iglesia en el invitatorio y en el introito de la
misa de este dia, et mané videbitis gloriam ejus:
Hoy sabréis que vendrá el Señor, y os salvará, y mañana veréis su gloria. Estas
palabras, tan llenas de consuelo, las ha tomado la Iglesia del Éxodo. Pueblo de Judea y de
Jerusalén, no gimáis ya por vuestro destierro, cesen vuestros lloros y vuestros
sustos, mañana tendréis un Salvador que os sacará de esta triste región de
llanto: Judea et Jerusalem, nolite timere: cras
egrediemini, et Dominus erit vobiscum: Alegraos, pueblos del universo, porque la
iniquidad que inunda toda la tierra, se debe borrar mañana por el nacimiento
del Salvador del mundo que viene a reinar sobre nosotros; Crastina die delebitur iniquitas terræ, et regnabit super nos Salvator
mundi. ¡Qué
dicha, Dios mío, y qué gozo! Dominus veniet, el Señor vendrá en
persona, salidle al encuentro, diciendo: Dios todopoderoso, Príncipe de la paz,
soberano Señor del cielo y de la tierra, cuyo supremo poder y cuyo reino no
tendrá jamás fin, como tampoco ha tenido principio. Occurrite, dicentes: Magnum principium, el regni ejus non
erit finís: Deus fortis, et dominator princeps pacis. Hasta aquí es la
Iglesia la que habla en el oficio de este dia. Finalmente, consolaos
porque la dilación no es grande: Crastina erit vobis
salus, dicit Dominus exercituum: Mañana, sí, mañana seréis salvos; el Señor
es quien lo dice, el Dios de los ejércitos os lo promete.
Como el dia, según el lenguaje de la Escritura, empieza desde la tarde
que le precede: factum est vesperé et mané dies
unus: lo que observaba David cuando empezaba también los días que consagraba al
servicio de Dios por la tarde del dia antes: vesperé et mané et meridié narrabo,
etc., a la tarde, a la mañana y al mediodía cantaré sus alabanzas, le expondré
mis miserias, y oirá mis votos; la Iglesia ha guardado siempre este estilo,
y en consecuencia de este uso empieza sus fiestas por las primeras vísperas, es
decir, desde la tarde, o después del mediodía del dia antecedente, que es la
vigilia; y de aquí viene que las segundas vísperas nunca son tan solemnes como
las primeras. A vespera usque ad vesperam dies dominica
servetur, dice el canon 21 del concilio de Francfort. Las que la Iglesia
canta en esta tarde, como que son el principio de la solemnidad de mañana, no
nos inspiran menores sentimientos de devoción, de gozo y de confianza.
Rex pacificas magnificatus est, cujus vultum
desiderat universa térra: El
rey pacífico, esto es, el supremo Señor del
universo, que viene a establecer la paz entre Dios y los hombres, cuya venida
esperan con una santa impaciencia todos los verdaderos hijos de Dios para ser
librados del yugo del pecado; este Dios, este Salvador ha hecho ostentación de
su grandeza en su nacimiento temporal. Magnificatus est rex pacificas super
omnes reges universæ terræ: Este Rey pacífico, cuyo nacimiento os parece tan
oscuro, es más glorioso en este lugar vil y despreciable, en que, ha querido
nacer, que todos los monarcas del mundo en sus soberbios palacios; pues toda la
magnificencia de los palacios de los reyes no los saca de la condición de puros
hombres; pero la pobreza del pesebre en que el Salvador acaba de nacer, no le
quita el que sea el solo verdadero Dios. Completi sunt dies Mariæ, continúa la
Iglesia, ut pareret filium suum primogenitum: En fin, llegó el tiempo en que
María debía dar al mundo a su Hijo; ya se han cumplido las profecías de Jacob y
de Daniel, tocantes al Mesías. Non auferetur sceptrum de Juda, donec veniat qui
mittendus est: El reino que habían ocupado los descendientes de Judas había
pasado a Herodes Ascalonita, idumeo de nación, y las setenta semanas predichas
por Daniel habían espirado; luego el tiempo del nacimiento del Mesías había
llegado, y así añade la Iglesia: Scitote quia propé
est regnum Dei: Amen dico vobis, quia non tardabit: Sabed que el reino de
Dios está cerca; en verdad os digo que no tardará, pues el Salvador, el
verdadero Hijo de Dios, el verdadero Mesías debe nacer dentro de pocas horas: ¿con qué sentimientos de religión, de gozo,
de amor y de respeto no debemos prepararnos y disponernos para recibirle? ¿hay
en todo el año dia más digno de la devoción de los fieles? En fin,
para excitar a los fieles a que aviven sus votos, su piedad y sus ansias para
que venga el Salvador del mundo, clama la Iglesia al acabar el oficio de este
dia: Levantad
vuestras cabezas, mirad que se acerca vuestra redención: Levate capita vestra: ecce appropinquat redemptio nostra.
¡Buen Dios, y cuántos preparativos para el
nacimiento de un príncipe! no se hacen tantos para el de Jesucristo: a los fieles toca indemnizarle hoy de la indiferencia,
del olvido, y también del menosprecio que se hizo de él aun antes que naciera;
pues la santísima Virgen, su madre, y san José, que llegaron a Belén la tarde
de este dia, no hallaron en todos los mesones y hospicios de la ciudad un
rincón en que alojarse: una vieja majada fuera de la ciudad, que servía de
establo a las bestias, fué el solo alojamiento que pudo escoger el dueño
soberano del universo. Es fácil imaginar cuáles fueron los sentimientos interiores
de María, su divina madre, todo el tiempo que aguardó la hora de su parto.
Este dia ha sido en todos tiempos un dia privilegiado y célebre en toda
la Iglesia: en muchas partes era dia de fiesta, a
lo menos después de mediodía, o desde las primeras vísperas. Después se
ha contentado la Iglesia con prohibir este dia todo negocio forense, y hacerle
por la tarde fiesta de consejo.
San Agustín quiere
que se santifique el domingo y las fiestas, como Dios lo había mandado antiguamente
respecto del sábado, desde las primeras vísperas hasta la tarde del dia siguiente,
empleando la noche y el dia en alabar a Dios, y asistiendo a las vísperas y a
las vigilias; y si no se puede acudir a la iglesia, añade el mismo padre, a lo
menos empléese cada uno en su casa en ejercicios de piedad durante la noche;
pero por el día nadie deje de oír misa. ¡Qué
indignidad, o por mejor decir, qué vergüenza estarse en casa mientras los demás
están en la iglesia! Hasta aquí san Agustín. Y a la verdad, cuando se
abolieron las vigilias públicas que se hacían en las iglesias por los abusos y
desórdenes que se cometían con ocasión de estas devociones nocturnas, no se
dispensó a los fieles de la obligación de rogar a Dios más tiempo, de ayunar y
de emplear una parte de la vigilia en ejercicios de devoción y en buenas obras.
La vigilia de Navidad es la única que la
Iglesia ha conservado sin innovar nada; la solemnidad del dia, la grandeza y la
santidad del misterio pedían esta distinción. Pero ¡qué impiedad si se profanara un tiempo tan sagrado con
introducciones irreligiosas! ¡y qué delito no sería profanar con disoluciones é
irreverencias, enteramente paganas, la sola vigilia de todo el año que la Iglesia
ha querido hacer pública, y el tiempo en que nació Jesucristo!; ¡Cuántos, después, de
haber llenado el estómago de viandas y de vino en una colación en que la
tolerancia de los prelados permite tomar alguna cosa de más en señal de alegría,
o en atención al mayor trabajo que se tiene esta noche en la iglesia; cuántos
de estos, digo, después de haber hecho de la colación una espléndida cena, van
después al templo a dormir, á bostezar, y aun a vomitar; mientras los demás
están dando gracias a Dios, por el beneficio grande que les acaba de hacer de
venir a vivir entre los hombres después de haberse hecho hombre!
AÑO CRISTIANO
POR EL P. J. CROISSET, de la COMPAÑÍA DE JESÚS. (1864).
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