El heroico apóstol de los esclavos negros, y pacientísimo
enfermero de los leprosos san Pedro Claver, fué natural de Verdú, en el
principado de Cataluña.
Aprendió las letras humanas en Barcelona,
y recibió la tonsura y órdenes menores de mano del obispo de aquella ciudad, el
cual elogió públicamente las muchas letras y virtudes del santo mancebo.
Le llamó el
Señor a la Compañía de Jesús, para que fuese un grande apóstol, y habiendo hecho su noviciado en
Tarragona, pasó a continuar sus estudios a Palma de Mallorca, donde trató las
cosas de su espíritu con el hermano portero de la casa, que era san Alonso
Rodríguez, el cual en una de sus sublimes revelaciones,
vio muchos tronos en el cielo, y uno de extraordinaria hermosura y claridad; y
entendió que este solio tan resplandeciente era para su discípulo Claver, en
recompensa de las almas que había de ganar a Cristo en las Indias occidentales.
Enviaron en efecto los superiores
a América al santo Claver, el cual, terminada su Teología en Santa Fe de
Bogotá, pasó a la ciudad de Cartagena, puerto del mar atlántico, a donde acudían
para sus tráficos muchas gentes de Méjico, del Perú, de Potosí de Quito y de
las islas vecinas.
Se hacía
allí cada año un abominable comercio de diez o doce mil negros africanos.
Siempre que entraba
en el puerto algún buque cargado de filos, acudía luego el santo, provisto de
bizcochos, dulces, tabaco, aguardiente, y bebidas frescas y olorosas; y después
de ganar el corazón de aquellos infelices con estos regalos, les instruía por
medio de intérpretes, les enseñaba a amar a Dios, y bautizaba a los enfermos; muchos
de los cuales no parece, sino que esperaban este favor del cielo para morir.
A los que
no estaban en peligro de muerte enseñaba más despacio la doctrina cristiana, y
en sabiéndola, los colocaba en filas de diez en diez para bautizarles, y a los
neófitos de cada decena ponía el mismo nombre para que lo pudiesen recordar
mejor.
No es posible decir las proezas de
caridad que hizo el santo con los pobres esclavos negros, hasta ganar
cuatrocientos mil de ellos para Cristo y hacerles herederos del Reino de los
ciegos: más no fué menos heroica la misericordia que usó con los enfermos del
hospital de San Sebastián y particularmente del de San Lázaro, donde estaban
los leprosos.
Les buscaba
regalos, les daba de comer por su mano, les limpiaba las llagas asquerosas, y
se las besaba, y era cosa extraña que el manteo con que muchas veces los
cubría, se conservaba limpio y exhalaba suavísima
fragancia.
Dio a muchos enfermos entera
salud, alumbró ciegos, y resucitó tres muertos.
Convirtió
al pastor de los herejes anglicanos, y con él a seiscientos herejes.
Finalmente,
lleno de méritos y virtudes, a los setenta y cuatro años de su edad, descansó
en el Señor, con gran duelo y sentimiento de los negros, de los enfermos y de
todos los pobres.
Reflexión: No hay duda que el precepto de caridad que es el
principal del Evangelio, el ejemplo del Hijo de Dios que dio la vida por
nosotros, y la recompensa de, las obras de caridad, que Jesucristo premiará
como hechas a su persona, son argumentos tan eficaces, que pueden inspirar una
ardentísima caridad como la de san Pedro Claver.
Pero ¿qué obras
de sacrificio pueden esperarse de los que no obedecen al Evangelio, ni creen en
Jesucristo, ni esperan recompensa alguna de sus buenas obras en el cielo?
Oración: Oh Dios, que,
para llamar al conocimiento de tu nombre a los negros reducidos a esclavitud,
fortaleciste al bienaventurado Pedro, tu confesor, con caridad y paciencia en
ayudarlos; concédenos por su intercesión, que buscando lo que es de Jesucristo,
amemos a nuestro prójimo, con obras de verdadera caridad. Por el mismo Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
FLOS SANCTORVM
DE LA FAMILIA CRISTIANA.
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