Tomado de “Meditaciones para todos los
días del año - Para uso del clero y de los fieles”, P. André Hamon, cura de San
Sulpicio.
EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO (4, 1-11)
En aquel tiempo, Jesús fue conducido por el
Espíritu de Dios al desierto, para que fuese tentado allí por el diablo. Y,
después de haber ayunado cuarenta días con cuarenta noches, tuvo hambre.
Entonces, acercándose el tentador, le dijo: “Si eres el Hijo de Dios,
di que esas piedras se conviertan en panes”. Mas Jesús
le respondió: “Escrito está: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra
que sale de la boca de Dios”. Después
de esto le transportó el diablo a la cima de la ciudad de Jerusalén
y lo puso sobre lo alto del templo y le dijo: “Si eres el Hijo de Dios, échate de aquí
abajo, pues está escrito: Que te ha encomendado a sus ángeles, los cuales te
tomarán en las palmas de sus manos para que tu pie no tropiece contra alguna
piedra”. Le
replicó Jesús:
“También está escrito: No
tentarás al Señor tu Dios”.
Todavía le subió el diablo a un monte muy encumbrado y le
mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, le dijo: “Todas estas cosas te
daré si, prosternándote delante de mí, me adorares”. Le respondió entonces Jesús: “Apártale de aquí, Satanás, porque está
escrito: Adorarás al Señor tu Dios y a Él solo servirás”. Con esto le dejó el diablo; y he aquí
que se acercaron los ángeles y le servían.
RESUMEN PARA LA VÍSPERA EN LA NOCHE.
Veremos
mañana en nuestra oración: 1º
Que la tentación, lejos de ser un mal, puede
traernos una gran ventaja; 2º
De qué manera la tentación se convierte en
bien.
—Tomaremos
en seguida la resolución:
1º De evitar a toda costa las tentaciones por la vigilancia
sobre nosotros mismos y la unión con Dios; 2º De hacer
frente a la tentación desde que nos demos cuenta de ella, y no inquietarnos.
Nuestro ramillete espiritual serán las
palabras del Apóstol Santiago: “Felices los que soportan la tentación”.
MEDITACIÓN DE LA MAÑANA
— ADOREMOS A JESUCRISTO TENTADO EN EL DESIERTO POR
EL DEMONIO.
Es esta la mayor humillación que puede
soportar un Dios, pero Jesús la sufrió porque vio que su ejemplo nos animaría
en medio de nuestras pruebas y nos enseñaría que, cuanto más querida de Dios es
un alma, más probada debe ser por la tentación. Agradezcámosle tan gran
bondad.
PUNTO PRIMERO
— LA TENTACIÓN, LEJOS DE SER UN MAL, PUEDE TRAERNOS
UNA GRAN VENTAJA.
Ningún mal moral
es posible mientras la voluntad no lo quiera: mientras la puerta de la
voluntad esté cerrada, el demonio y la imaginación podrán meter ruido alrededor
del corazón, pero no podrán alterar su pureza. He ahí porqué Jesucristo y todos
los santos han soportado la prueba de la tentación, sin que esta prueba haya
causado la menor lesión a sus almas. Ved porqué toda desolación en las
tentaciones es sin razón. El desolarse es un despecho del amor propio,
descontento de verse miserable, o una desconfianza de la bondad de Dios, que
jamás falta a quienes le invocan, o la pusilanimidad de un alma, que se
considera sola con su debilidad y lejos de los socorros de Dios. Lejos de ser
un mal la tentación, puede, al contrario, traernos una gran ventaja. Pues,
1° Ella nos da la ocasión de glorificar a Dios, porque, resistiendo
generosamente, le probamos nuestra fidelidad, derrotamos a sus enemigos y
triunfamos; 2° Nos lleva a la humildad,
enseñándonos el fondo malo que hay entre nosotros; al espíritu de oración,
haciéndonos ver la necesidad de recurrir a Dios; a la vigilancia,
advirtiéndonos que desconfiemos de nuestras fuerzas y evitemos la ocasión del
mal; al amor divino, haciendo resaltar la bondad de Dios. A más de esto, evita el desaliento,
despierta el fervor, da la virtud de un carácter más firme y más sólido, nos
enseña a conocernos, y da al alma más gracia en esta vida, y más gloria en la
otra, en proporción a los méritos que la adornan, y la hace más digna de Dios,
como está escrito de los santos: “Dios los ha probado y los ha encontrado
dignos de Sí”. Ved
por qué Dios decía al pueblo de Israel: “No he querido destruir a los Cananeos, para
que tengáis enemigos que combatir”; y
el Papa San León
dijo de la misma manera: “Es bueno al alma el temor de caer y el tener constantemente una
lucha que sostener”. El
alma fiel saca de la tentación al mal el mismo fruto que de la inspiración del
bien. Es ésta la ocasión para ella de llegar a la perfección de la virtud contraria
con toda la buena la buena voluntad de que es capaz. En la tentación de los
sentidos se eleva a la infinita grandeza do Dios. Colocada tan alto, más arriba
de las miradas bajas y sensuales; en la tentación del espíritu se abisma hasta
la nada; en las tentaciones del placer, ama y abraza la cruz. ¿Es así como hemos sacado
nosotros provecho de la tentación?
PUNTO SEGUNDO — ¿CON QUÉ CONDICIONES LA TENTACIÓN SE
CONVIERTE EN BIEN?
Hay ciertas condiciones que se requieren
antes, durante y después de la tentación: 1º
Antes de la tentación es necesario evitar todo lo que conduzca o incline al
mal, por ejemplo: el trato con personas peligrosas, las miradas poco modestas,
los modales y lecturas libres, las delicias de una vida muelle y sensual: “El que ama el peligro,
perecerá en él; el que cuenta con sus fuerzas será confundido”. La desconfianza es madre de la
seguridad; y exponerse voluntariamente al peligro es tentar a Dios, es hacerse
indigno de su socorro. Además, es necesario no temer la tentación; temiéndola,
se la hace nacer: lo mejor es no pensar en ella y dedicarse únicamente a lo que
se tiene que hacer. 2º Durante
la tentación es necesario no entretenerse en ello, so pretexto de que es
ligera; de otra manera, se apoderaría de nosotros; antes se debe desecharla
pronto, firme y tranquilamente; volverle la espalda con desprecio, sin siquiera
dignarse mirarla; y, si produce algunas impresiones, basta desaprobarlas
suavemente, dedicándose por completo a la acción presente. Los que se batieran
con ella, correrían riesgo de mancharse, y los que la rechazaran con esfuerzos
excesivos perderían la paz del corazón, el recogimiento del espíritu y la
unción de la piedad. Si no se puede llegar a buen fin así, es necesario
recurrir humildemente a Dios y decirle: “¡Oh Señor! ¡Cuán profunda es mi miseria! ¡Qué
mal haría yo en tener aún amor propio! ¡Cuán bueno sois en amar a un pecador
como yo! ¡Oh Jesús! ¡Oh María! ¡Oh vosotros todos, ángeles y santos, bendecid
al Señor, que quiere humillar su amor hasta mi bajeza!”. 3°
Después es necesario olvidar la tentación: la
reflexión la haría revivir. Es mejor tomar valor pacíficamente y reparar
el mal pasado, si lo ha habido, haciendo perfectamente la acción presente;
mirar a Dios y arrojarse en sus brazos con confianza y amor, diciéndole como el
hijo pródigo: “Padre mío, he pecado contra el cielo y contra Vos”; o como el publicano: “Dios mío, tened piedad
de mí, que soy un pecador”. Examinemos
si hemos observado estas reglas durante la tentación y después de ella.
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