RESUMEN PARA LA VÍSPERA EN LA NOCHE.
Como
la primera condición para confesarse bien es examinar bien la conciencia,
consagraremos a este examen las meditaciones siguientes. Consideraremos mañana:
1º La importancia del examen
diario de la conciencia; 2°
La importancia del examen preparatorio para la
confesión.
—
En seguida tomaremos la resolución:
1º De hacer exactamente, todas las noches, nuestro examen de
conciencia; 2°
De poner un especial cuidado para examinarnos
bien antes de la Confesión.
Nuestro ramillete espiritual serán
las palabras del Salmista: “Examinando mis caminos
es como me he convertido a vuestra santa ley”.
MEDITACIÓN DE LA MAÑANA
1°
Adoremos a Nuestro Señor que, para hacernos
comprender la importancia del examen de conciencia, nos enseña por sus santos
que el hacerlo bien es la señal de los escogidos, y descuidarlo es el carácter
de los réprobos. 2º Agradezcámosle
un aviso tan útil, y en vista de esto tributémosle toda suerte de homenajes.
PUNTO PRIMERO
— IMPORTANCIA DEL EXAMEN DIARIO DE CONCIENCIA.
Todos los Santos y maestros de la vida
espiritual están contestes en presentarnos el examen diario de la conciencia
como el medio más eficaz de corregir los defectos y de adelantar en la virtud.
Aun los filósofos paganos prescribían a sus discípulos que se examinaran cada
día sobre estos tres puntos: ¿Qué he hecho; cómo lo he hecho; qué he dejado de hacer? Es que, efectivamente, sin este examen bien hecho cada día, no nos conocemos. Hay
en nosotros vicios tan disfrazados, desarreglos tan ocultos, desórdenes tan
sutiles, que no se conocen sino a fuerza de serias reflexiones. El alma que no
se examina, o que se examina mal, es como una viña descuidada que, por falta de
cultivo, se cubre de abrojos y espinas; o como el comerciante que, por no
tomarse cada día cuenta de sus negocios, deja empeorar su fortuna sin
sospecharlo. Por falta de examen, los vicios crecen en el alma y las virtudes
desaparecen; sin que se note, el estado de la conciencia va siempre empeorando;
y es tal la ignorancia de sí mismo en que se está, que ni aun se sospecha. El
alma desfallece, pierde su fuerza, ya no se pone en guardia contra las
tentaciones y las ocasiones peligrosas, y, en este estado, corre a su
perdición. Con el examen diario, al contrario, se notan las faltas y se las
repara. Cada noche puede uno decir: “Hoy he cometido tal falta, mañana me
corregiré; observo en mi corazón tal inclinación mala y voy a combatirla”. Cada día dice: “Esta noche tengo que
darme cuenta del empleo de mi tiempo, de mi fidelidad a la gracia”, y este pensamiento aviva la
vigilancia, excita la atención e impide formarse los malos hábitos. Además, la
vista de las propias miserias, que el examen diario pone continuamente delante
de los ojos, conserva la humildad, aleja la presunción, dispone a confesarse bien,
por un conocimiento más claro de las faltas. En fin, el
examen diario, cuando va acompañado de la contrición perfecta, como debe ir
siempre, pone al alma al abrigo del peligro de una muerte súbita o imprevista,
puesto que la contrición suple al Sacramento cuando no se le puede recibir. Examinemos si damos a este ejercicio toda la importancia que
merece y si todos los días lo hacemos a una hora determinada.
PUNTO SEGUNDO
— IMPORTANCIA DEL EXAMEN DE CONCIENCIA ANTES DE LA
CONFESIÓN.
De aquí depende una
Confesión santa o una Confesión sacrílega. Si por una falta notable
de examen se omite en la acusación un solo pecado mortal, la confesión es
sacrílega y la absolución nula: ¿qué cosa más grave? Si,
al contrario, en cada Confesión, el examen
se hace como es debido, la confesión purifica el alma por lo pasado y la hace
fuerte para el porvenir. ¿Hay algo más consolador? Sin embargo, ¡Cuántas veces nos sucede
que hacemos este examen a la ligera, nos contentamos con una mirada rápida,
echada como de paso sobre el tiempo transcurrido desde la última Confesión! Pensemos en esto seriamente. La cosa
es de lo más grave: DE AQUÍ DEPENDE NUESTRA
ETERNIDAD.
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