—SAN FÉLIX I, papa y
mártir.
Sucedió
a San Dionisio en la cátedra de San Pedro, en el año 269, reinando el emperador
Clandio II. Defendió
la verdad católica acerca de la Santísima Trinidad y de la Encarnación contra
Pablo de Samosata. Mandó construir una basílica en la vía
Aurelia, y en ella parece que se le sepultó después de su muerte, ocurrida en
el año 274, durante el reinado de Aureliano. La Iglesia le da el título de
mártir, pero se ignoran las circunstancias de su muerte.
—SAN LESMES o Adelmo, abad en Burgo.
Floreció en el siglo XI, siendo hijo de un gentil hombre
de la región de Poitiers, en Francia. Después de seguir la carrera
de las armas, se entregó totalmente a Dios. Toscamente vestido emprendió un
viaje a Roma, no por pura curiosidad, sino obedeciendo a una imperiosa necesidad
de su espíritu; este viaje no fue sino una larga peregrinación de penitencia. Regresó de Roma
después de dos años, y al llegar al monasterio benedictino llamado Casa de
Dios, pidió al abad le recibiera como monje; fue recibido y vivió como modelo
de religiosos y de penitentes. Atraída
por su fama de santidad y de taumaturgo, la reina doña Constanza, esposa de
Alfonso VI, rey de Castilla y de León, rogó al Santo que viniese a España.
Obedeció Lesmes y se estableció en Burgos, en un hospicio que el rey había
mandado levantar. Más tarde se construyó allí mismo un monasterio, del cual fue
Lesmes el primer abad. Lleno de méritos se fue al cielo a gozar de la vista de
Dios, hacia el año 1100. En 1480 se le dedicó la parroquia que lleva
su nombre y la ciudad le venera como Santo Patrono.
—SAN HIPÓLITO, presbítero
y mártir.
Era un presbítero
de Antioquía, que habiendo incidido en el cisma de los novacianos, por la
gracia de Dios volvió al seno de la Iglesia, en la cual acabó haciendo ardiente
profesión de, fe, por lo que en el mismo instante le degollaron. Vivió en el siglo III.
—Otro Hipólito, mártir en
la Polla (Italia);
—Nicolás y Domingo
Sarraceno, mártires, en España;
—Feliciano y Alejandro,
mártires.
—Santa Jacinta Mariscotti, virgen;
En la ciudad de Viterbo, en el Lacio (hoy Italia), santa Jacinta Mariscotti, virgen, de
la Tercera Orden Regular de San Francisco, la cual, después de perder quince años entregada a
vanos deleites, abrazó con ardor la conversión y promovió confraternidades para
consolar a los ancianos, fomentando el culto a la Eucaristía (1640).
—SANTA MARTINA, virgen y
mártir.
Esta santa virgen procedía de ilustre familia
romana, pues su padre había ejercicio por tres veces la dignidad consular.
Fue educada en el santo temor de Dios y tenía
hondamente arraigadas en su corazón las creencias de nuestra santa religión.
Los cristianos eran entonces perseguidos, aunque con menos saña que en tiempos
anteriores. Martina se vio denunciada y tuvo que presentarse ante el juez, que
quería hacerle ofrecer sacrificios a los dioses; pero la joven cristiana se
negó en absoluto. Fue llevada al templo de Apolo, pero éste quedó desplomado y la
estatua del dios destrozada, lo mismo que la de Diana. Martina fue
apaleada con gruesas y nudosas varas; sus propios verdugos se convirtieron al
ver tal heroicidad y sufrieron el martirio allí mismo, siendo decapitados. La
misma suerte cupo a Martina, que consiguió la palma de su triunfo en 228,
imperando Alejandro Severo.
—Aldegunda, fundadora.
En el
monasterio de Maubeuge, en Neustria (hoy Francia), santa Aldegunda, Abadesa,
en tiempo del rey Dagoberto (c. 684).
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