San
Francisco de Sales nació en el castillo de Sales en el ducado de Saboya. Siendo
niño, repartía a los pobres lo que le daba para su entretenimiento la condesa,
su madre; y llegado a la edad competente, aprendió las letras humanas y divinas
en el colegio que tenían en París los Padres Jesuitas, y tuvo por maestro de
teología al sapientísimo Padre Maldonado, y por maestro de las lenguas hebrea y
griega al famoso Genebrardo.
Comulgaba cada ocho días, ceñíase el cilicio tres días a la
semana; y siendo prefecto de la Congregación de María Santísima, hizo voto de
perpetua virginidad. De París pasó a la universidad de Padua para estudiar
Jurisprudencia, y escogió por confesor al insigne Padre Posevino de la Compañía
de Jesús. Allí fue donde algunos malignos escolares le llevaron a la casa de
una dama ruin, de cuya tentación hubo de librarse el castísimo mancebo
tirándole a la cara un tizón que halló a mano.
Habiéndose ordenado de sacerdote, le
confiaron el ministerio de la palabra, y en su primer sermón convirtió
trescientos pecadores. Andaba de aldea en aldea y de choza en choza, padeciendo
fríos, lluvias, hielos, insultos y persecuciones de muerte por ganar almas a Cristo.
Siempre iba entre lobos
aquel cordero mansísimo, pero con su caridad mudó los lobos en corderos. Cuando
entró en Tonón no había más que siete católicos en toda la ciudad; y poco
después pasaban ya de seis mil: y no paró hasta reducir a la verdadera fe los
protestantes de Ger, de Ternier, de Gaíllac y del Chablais. El mismo heresiarca
Teodoro Beza se convenció y lloró; aunque por haber diferido su conversión,
murió apóstata en Ginebra.
El rey de Francia Enrique IV ofreció al santo
el obispado de París, y el capelo cardenalicio; mas rehusó él estas dignidades:
y si admitió la mitra de Ginebra, fue porque el sumo Pontífice se lo mandó con
riguroso precepto.
Visitó a pie todas las parroquias poniéndose mil veces en
peligro de muerte, predicó muchas Cuaresmas, fue como el oráculo de su tiempo,
y escribió muchos libros de piedad y entre ellos la “introducción a la
vida devota”, del cual se dice, que son más las almas
que ha convertido que las letras que tiene; y el “Tratado del amor de
Dios”, suficiente para encender en el amor divino los
corazones más fríos y helados.
Fundó además la Orden
de, la Visitación, inspirando a sus religiosas un espíritu de suavidad y caridad
de Cristo, que jamás ha padecido menoscabo.
Finalmente, después de increíbles trabajos y méritos, a la
edad de 56 años, murió el santo en el humilde aposento del hortelano de la Visitación.
Su corazón precioso y conforme al de Cristo se conserva, en una urna de oro que
mandó labrar el rey Luis XIII por haber recobrado la salud en el mismo instante
que se le mostró aquella sagrada reliquia.
*
Reflexión:
La
mansedumbre, hija de la caridad de Cristo, fue la virtud en que más se señaló
el suavísimo y apostólico varón san Francisco de Sales; porque el Señor se
propuso como ejemplar de ella, diciendo: Aprended de mí que soy
manso y humilde de corazón. (MAT. XI.).
Imitémosle también nosotros, recordando que así como el
desabrimiento, la altanería y la cólera suelen ser pruebas de una conciencia
lastimada; así a la dulzura, la humildad y suavidad siempre han sido el propio
carácter de la santidad verdadera.
Oración:
¡Oh Dios! que ordenaste que el bienaventurado Francisco, tu confesor y pontífice,
se hiciese todo para todos por la salud de las almas, concédenos benignamente,
que llenos de la dulzura de tu caridad, por los consejos y méritos de este gran
santo, consigamos los eternos gozos de la gloria. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
FLOS SANCTORVM
DE LA FAMILIA CRISTIANA
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