Nació esta gloriosísima niña y fortísima mártir de Cristo de
padres cristianos, ricos y nobles.
Catorce años tenía, y ponderaban su extraordinaria
hermosura hasta en la corte imperial. Enamorado de ella el hijo del
gobernador de Roma, llamado Procopio, envió a la doncella un riquísimo presente,
y usó de todo linaje de halagos, promesas y amenazas para alcanzarla por
esposa.
Respondió ella que quería ser leal a otro Esposo mucho más
noble, el cual sólo le pedía por dote la virginidad. Por donde entendiendo el
gobernador que Inés era cristiana, le concedió veinticuatro horas de tiempo
para escoger una de dos cosas: o dar la mano
a su hijo, y ser una de las primeras damas romanas, o resignarse a morir en los
más afrentosos y dolorosos suplicios.
«No es menester tanto
tiempo; — respondió Inés
— lo que me está mejor es
morir, y coronar mi virginidad con la gloria del martirio».
«Irás, pues, al lugar
infame —
replicó el prefecto — y morirás sin ser virgen».
«Esas son las infamias
que os inspiran vuestros dioses, — repuso la niña — pero no las temo, porque hay quien me librará de ellas».
La cargaron,
pues, de cadenas, y la llevaron como arrastrando al templo de los ídolos, y
allí le movieron por fuerza la mano para que ofreciese incienso a los dioses, y
ella al levantar la diestra hizo la señal de la cruz, por lo cual de allí fue
conducida al lugar de infamia: más un resplandor celestial atajó los pasos de
los mozos deshonestos que se le llegaron, y el hijo del prefecto, que osó
entrar en aquel sitio, cayó repentinamente muerto.
Consternado el padre de
este joven, rogó a Inés que, si podía, le resucitase; y la niña oró y el mancebo
resucitó, confesando delante de todos que Jesucristo era Dios.
Al ver estos prodigios, los sacerdotes de
los ídolos conmovieron al pueblo contra la niña cristiana, diciendo que era una
gran hechicera y sacrílega, por lo cual el teniente del gobernador dio
sentencia de que fuese quemada. Se encendió la hoguera y con asombro de todos apareció la
niña sin lesión en medio del fuego.
Entonces, temiéndose
una sedición del pueblo, mandó el presidente que allí mismo fuese degollada; y
atravesándole el pecho un verdugo, voló el alma de Inés a su celestial Esposo.
Pusieron su santo cuerpo en una heredad de sus padres, fuera
de la puerta Nomentana, que ahora se llama de Santa Inés, donde muchos cristianos,
concurrían a hacerle reverencia; entre ellos fue Emerenciana, virgen santísima,
compañera y hermana de leche de santa Inés y reprendió en aquel lugar a los
gentiles de su impiedad. Era catecúmena, y fue bautizada allí con su propia
sangre. Su cuerpo fue sepultado junto con el de santa Inés.
Reflexión:
San Máximo,
en un sermón que hizo de santa Inés, exclamaba: « ¡Oh virgen gloriosísima! ¡Qué ejemplo de vuestro amor
habéis dejado a las vírgenes, para que os imiten! ¡Oh, cómo les enseñasteis a
responder, despreciando la riqueza del siglo, desechando los deleites del
mundo, amando solamente la hermosura de Cristo! Allegaos, doncellas, y en los
tiernos años de la niñez, aprended a amar a Cristo con vivas llamas de amor.
Dice Inés que quiere ser leal a su Esposo, y que desea a Aquél solo, que no
rehusó morir por ella. Aprended, vírgenes, de Inés, que así está abrasada del
amor divino tiene por nada todos los tesoros y delicias de la tierra».
Oración: Todopoderoso y
sempiterno Dios, que escoges lo más flaco para confundir a lo más fuerte;
concédenos por tu clemencia que los que hoy celebramos la fiesta de la
bienaventurada virgen y mártir Inés, experimentemos la virtud de su
intercesión. Por Jesucristo, nuestro
Señor. Amén.
FLOS SANCTORVM
DE LA FAMILIA CRISTIANA.
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