El
glorioso san Frumencio, apóstol y obispo de Etiopía, fué natural de Tiro, y criado
por sus padres en la fe cristiana y en santas costumbres. Pero siendo todavía muy
joven quedó huérfano y encomendado con su hermano Edesio, a la tutela de un tío
suyo, que se llamaba Meropio, filósofo de Tiro.
El amor a la ciencia, movió
a este sabio a hacer un viaje a Etiopía, y se llevó consigo a sus dos sobrinos.
Tuvieron próspera navegación y el filósofo se enteró con gran diligencia de las
cosas que quería aprender en aquel viaje: más al hacerse a la vela para volver
a su patria, la nave hubo de detenerse en cierto puerto de Etiopía para abastecerse
de algunas provisiones necesarias; y entonces unos bárbaros de aquel país la apresaron
y saquearon degollando inhumanamente al capitán, a Meropio y a la demás gente
que había en ella. No estaban allí a la sazón los dos niños Frumencio y Edesio,
porque habían saltado a tierra y algo lejos de la playa estaban sentados debajo
de un árbol estudiando la lección de que habían de dar cuenta a su tío. Así que los bárbaros vieron aquellos dos
niños tan inocentes y candorosos, no quisieron matarlos sino presentarlos al
rey de aquella tierra, el cual residía en Axuma, llamada hoy Ascu, en Abisinia:
enamorado el príncipe de las raras prendas de los dos mancebos los hizo educar
con gran cuidado, y a Edesio hizo más tarde su secretario y a Frumencio nombró
tesorero y gobernador del reino. Estando el rey a la muerte les concedió la
libertad: más la reina les rogó que no la dejasen hasta que su hijo heredero
del trono llegase a la edad competente para gobernar el Estado. En todo este
tiempo trabajaron los dos santos hermanos por disponer la corte y el reino a
recibir la doctrina del Evangelio conforme a la cual habían siempre vivido.
Edesio
volvió después a Tiro, de cuya iglesia fué digno sacerdote; y Frumencio rogó a san
Atanasio que mandase a Etiopía un obispo para que llevase a cabo la conversión
de los Etíopes. Juzgó el santo patriarca Atanasio que ninguno podía ejercitar
con mayor celo el cargo pastoral de aquellos pueblos, que el que los había dispuesto
a recibir la fe; y así consagró en Alejandría a san
Frumencio por obispo de los Etíopes.
De vuelta a Axuma bautizó el santo a toda la familia real, y con
su apostólica predicación, y los milagros con que el Señor la autorizaba, redujo
toda la nación a la fe de Jesucristo.
Finalmente
después de ordenar todas las cosas de aquella nueva Iglesia, que le reconoce
por su apóstol, y gobernarla santamente algunos años, murió en Axuma, y pasó a
recibir la recompensa de sus apostólicos trabajos y méritos.
Reflexión:
Mira qué
preciosos frutos dieron las primeras semillas de la educación cristiana que
recibieron los dos niños Frumencio y Edesio. Aunque se vieron cautivos en un
país idólatra, nunca dejaron de vivir según la ley de Cristo, y finalmente
ganaron para Cristo todo aquel reino. ¡Oh! ¡Si
ponderaran bien los padres de familia cuánto importa educar cristianamente a
los hijos desde sus más tiernos años! Entonces
la tierra de su corazón está aún limpia de malas yerbas de vicios y pasiones; y
las semillas de las virtudes germinan en ella y echan profundas raíces, y más
tarde producen copiosos frutos de loables y excelentes obras.
Oración:
Concédenos, oh Dios omnipotente, que la venerable solemnidad del bienaventurado
Frumencio, tu confesor y pontífice, acreciente en nosotros la gracia de la
devoción y el deseo de nuestra eterna salud. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
FLOS
SANCTORVM
DE
LA FAMILIA CRISTIANA
No hay comentarios.:
Publicar un comentario