El caritativo y celoso san Martín fué oriundo de Sabaria
en la Panonia (Hungría).
A la edad de diez años se hizo
catecúmeno contra la voluntad de sus padres, que eran gentiles; y a los quince,
en virtud de un decreto imperial fué alistado en la milicia, como hijo que, era
de un tribuno militar: y sirvió en el ejército de Constancio, y después en el
de Juliano el Apóstata.
Entrando un día
de invierno en Amiens, le pidió limosna un pobre, desnudo y temblando de frío;
y como Martín no tuviese qué darle, sacó la espada, cortó por medio la capa; y
dio la mitad al mendigo.
Este era el mismo Salvador, como
lo manifestó apareciéndosele la noche siguiente rodeado de ángeles, y
diciéndole estas palabras: «Martín, siendo aún catecúmeno, me cubrió
con este vestido.»
Después
de este tan señalado favor, recibió el santo bautismo; y propuso dejar las armas,
para entregarse del todo al servicio de su divino rey Jesucristo.
Partió luego a Poitiers en busca
del santo obispo Hilario: y con su magisterio aprovechó tanto en la virtud, que
san Hilario le hubiera ordenado de diácono, si él por su humildad no lo
rehusara, prefiriendo quedarse en el grado de
Exorcista.
Deseando
convertir a sus padres, volvió a Hungría, su patria; y redujo a la fe a su
madre y a otras muchas personas, pero no pudo acabar con su padre, que dejase
la superstición de los paganos.
Allí defendió la
verdadera fe contra los arríanos, de los cuales fué azotado públicamente y
desterrado.
Pasó a Milán, y se encerró en un
monasterio, de donde le arrojó la facción de aquellos herejes: y volviendo a
las Galias en busca de san Hilario, edificó el monasterio de Ligugé, donde
resplandeció con tan santa vida, que con sus oraciones resucitó dos muertos.
Habiendo vacado la sede de Tours, por
universal aclamación fué escogido por obispo de aquella diócesis: y previendo su
resistencia le sacaron del monasterio, con achaque de que fuese a visitar a un enfermo,
y entonces le llevaron casi por fuerza a la iglesia de Tours.
Edificó
otro monasterio, donde vivió algún tiempo con ochenta santos monjes; convirtió
innumerables infieles, sanó un leproso con sólo besarle, sosegó en Tréveris un
grave tumulto; y salía de él con tanta copia la gracia de los milagros, que,
hasta los pedazos de su vestido, las cartas que escribía y las pajas de su
lecho obraban milagrosas curaciones.
Habiendo compuesto en Candes
ciertas diferencias, se sintió enfermo: y entendió que se llegaba el día de su
muerte, por la cual suspiraba.
Le decían llorando sus discípulos:
«¿Por qué nos dejas, oh Padre? ¿A quién
puedes encomendarnos que nos consuele en nuestra orfandad?»
Enternecido él, decía: «¡Señor! si todavía soy necesario a tu pueblo, no rehusó
el trabajo»: más como, el Señor
le llamaba para sí, expiró plácidamente a la edad de ochenta y un años; y su alma fue vista subir al cielo llevada en manos de los
ángeles.
*
Reflexión: ¿Cómo se explica la heroica caridad de san Martín para
con los pobres y necesitados?
Es que veía constantemente en sus prójimos,
especialmente en los pobrecitos, la persona de Cristo nuestro Señor.
¡Oh, si nosotros le imitáramos en esta
parte! ¡Cuántas gracias recibiríamos de la mano de Cristo, a quien ellos
representan!
Oración: Oh Dios, que conoces que por nuestras fuerzas no podemos subsistir; concédenos
benigno que, por la intercesión de tu confesor y pontífice san Martín, seamos
fortalecidos contra todos los males que nos cercan. Por Jesucristo nuestro
Señor. Amén.
FLOS SANCTORVM
DE LA FAMILIA CRISTIANA.
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