—Por la señal de la santa cruz, etc.
ACTO DE CONTRICIÓN
Señor mío, Jesucristo, Creador,
Padre y Redentor mío, en quien creo y espero, a quien amo y quisiera haber siempre
amado sobre todas las cosas; me pesa, sí, una y mil veces me pesa de haberos
ofendido, por ser Vos quien sois, bondad infinita; pésame también porque merecí
las terribles penas del Purgatorio y ¡ay! tal vez las eternas llamas del
infierno. Propongo firmemente nunca más pecar, y apartarme de todas las
ocasiones de ofenderos, ayudado de vuestra divina gracia. ¡Oh! tenga yo, Jesús
mío, la dicha de confesarme bien, enmendar la vida y perseverar hasta la
muerte. Os lo pido por esas benditas Ánimas, por vuestra Sangre preciosísima y
por los dolores de vuestra afligidísima Madre. Amén.
ORACIÓN AL PADRE ETERNO. (Para todos los días de la Novena).
Padre celestial, Padre
amorosísimo, que para salvar a las Almas quisisteis que Vuestro Hijo unigénito,
tomando carne humana en las entrañas de una Virgen purísima, se sujetase a la
vida más pobre y mortificada, y derramase su Sangre en la Cruz por nuestro
amor; ¿cómo? ¿dejaríais sufrir largo tiempo a esas Almas en el Purgatorio,
habiendo costado tanto a Jesucristo y siendo vuestras amadísimas hijas?
¿Permitiríais fuese malograda Sangre de tan grande valor? Compadeceos, pues, de
esas pobrecitas Almas, y libradlas de aquellas horrorosas llamas. Compadeceos
también de la mía, y libradla de la esclavitud del vicio. Y si vuestra Justicia
divina pide satisfacción por las culpas cometidas, yo os ofrezco todas las
obras buenas que haga en este Novenario. ¡Ay! de poquísimo, de ningún valor
son, en verdad; pero yo las uno con los méritos infinitos de vuestro Hijo
divino, con los dolores de su Madre santísima, y con las virtudes heroicas de
cuantos justos han existido en la tierra. Miradnos a todos, vivos y difuntos,
con ojos de compasión, y haced que celebremos un día vuestras misericordias en
el eterno descanso de la gloria. Amén.
DÍA NOVENO
MEDITACIÓN
AGRADECIMIENTO DE LAS BENDITAS ÁNIMAS PARA CON SUS
DEVOTOS
Punto Primero. — Ved aquí el día feliz; hoy, con las numerosas comuniones
y sufragios que los fieles han ofrecido al Señor, no sólo en ésta, sino en
tantas otras iglesias, muchas de aquellas Almas, ayer tan afligidas y
desgraciadas, han pasado a ser dichosos habitantes y príncipes felicísimos de
la Corte celestial. Ya ven cara a cara la Hermosura y Majestad infinita;
ya poseen a Dios, que contiene en sí cuánto hay de amable, de grande, delicioso
y perfecto. Su entendimiento ya no puede experimentar ni más alegría, ni más
suavidad, ni más dicha. ¡Ay! ¡si pudieses, amado
cristiano, penetrar hoy en aquella dichosa patria y contemplar el transporte de
aquellos Bienaventurados! ¡Qué enhorabuenas, qué abrazos se dan tan amorosos!
¡Qué cánticos entonan en acción de gracias al Dios de las misericordias y a los
generosos cristianos que las han sacado del Purgatorio! ¡Oh! ¡cómo dan por bien
empleadas las penas que en este mundo padecieron! ¡Oh! Con cuánta alegría
está diciendo cada una de ellas: Dichosas
confesiones y comuniones; dichosas las Misas que oía, las limosnas, oraciones,
penitencias y obras buenas que yo practicaba; dichosas las burlas y escarnios
que yo sufría por ser devota. Y con qué magnificencia pagáis, Señor, ¡hasta los sacrificios más pequeños e insignificantes que
hice por vuestro amor! ¿No quisieras,
cristiano, tener tú la misma suerte? Pues
pelea contra las pasiones; que sin pelear no se alcanza victoria; sin pena, no
hay felicidad.
—Medita un poco
sobre lo dicho.
Punto Segundo. — ¡Y qué dicha, cristiano, la tuya,
si has logrado librar del Purgatorio a alguna de aquellas Almas! El cielo debe a tus sufragios el nuevo regocijo y la
nueva gloria accidental que ahora experimenta. Y aquellas Almas dichosas te
deben la libertad, y con ella la posesión de una felicidad infinita. ¿Qué súplicas, pues, tan fervorosas no harán a Dios por
ti? ¿En qué necesidad podrás encontrarte que no cuiden de socorrerte? ¿Qué
empeño pondrán en conseguirte las gracias necesarias para vencer las
tentaciones, adquirir las virtudes y triunfar de los vicios? Y si alguna
vez te vieres en peligro de pecar y de caer en el infierno, con cuánto más celo
que el pueblo de Israel lo hizo en favor de Jonatás, dirán al Señor: ¿Y permitiréis, oh gran
Dios, que se pierda eternamente un cristiano que me ha librado a mí de tan
horribles penas? ¿No prometisteis que alcanzarían misericordia con el prójimo?
¿Y consentiríais ahora que cayese en el infierno aquel que con sufragios me
abrió las puertas del cielo? ¡Ah dichoso
cristiano! ¡cuánto envidio tu dicha! Persevera, y tienes
segura la palma de lo gloria.
—Medita lo dicho
un poco; encomienda a Dios las Ánimas de tu mayor obligación, y pide, por la
intercesión de María Santísima, la gracia que deseas conseguir en esta Novena.
Ejemplo:
Santa Gertrudis, aquella esposa
tan regalada del Señor, había hecho donación de todos sus méritos y obras
buenas a las pobres Ánimas del Purgatorio; y para que los sufragios tuviesen más
eficacia y fuesen más adeptos a Dios, suplicaba a su divino Esposo le manifestase
por qué Alma quería que satisfaciese. Se lo otorgaba su Divina Majestad, y la
Santa multiplicaba oraciones, ayunos, cilicios, disciplinas y otras
penitencias, hasta que, aquella alma hubiese salido del Purgatorio. Sacada una,
pedía al Señor le señalara otra; y así logró librar a muchas de aquel horrible
fuego. Siendo ya la Santa de edad avanzada, le sobrevino una fuerte tentación
del enemigo que le decía: “¡Infeliz de ti! ¡Todo lo
has aplicado a las Ánimas del Purgatorio, y no has satisfecho todavía por tus
pecados! Cuando mueras, ¡qué penas y tormentos te aguardan!” No dejaba
de acongojarla este pensamiento, cuando se le apareció Cristo Señor Nuestro, y
la consoló diciendo: “Gertrudis,
hija mía muy amada; no temas: los sufragios que tú ofreciste a las Ánimas del
Purgatorio, me fueron muy agradables; tú no perdiste nada; pues en recompensa
no sólo te perdono las penas que allí habías de padecer, sino que aun aumentaré
tu gloria de muchísimos grados. ¿No había prometido yo dar el ciento por uno,
pagando a mis fieles servidores con medida buena, abundante y apretada? Pues
mira, yo haré que todas las Almas libertadas con tus oraciones y penitencias te
salgan a recibir con muchos Ángeles a la hora de la muerte, y que, acompañada
de este numeroso y brillante cortejo de bienaventurados, entres en el triunfo
de la gloria”.
ORACIÓN
A LAS BENDITAS ALMAS LIBERTADAS DEL PURGATORIO POR LOS
SUFRAGIOS OFRECIDOS DURANTE EL NOVENARIO
¡Oh almas dichosas
y felices, a quienes nuestro dulcísimo Jesús acaba de admitir ¡hoy en su patria
celestial! Os felicitamos, y damos en nombre de toda la Iglesia mil enhorabuenas
por esta dicha tan grande. Unimos nuestra alegría con la vuestra y con la de
los Ángeles y Serafines; juntamos nuestras acciones de gracia con los cánticos
y alabanzas que vosotras entonáis al Creador por tan inestimable beneficio. Sí,
Almas santas y dichosas; alegraos: ya se han acabado para vosotras las penas y
tristezas, las aflicciones y trabajos, los peligros y tentaciones de esta miserable
vida. Sólo os queda una eternidad de descanso, de alegría, de delicias y de
bienaventuranza infinita. ¡Qué dicha también la nuestra,
si con estos sufragios os hemos acelerado la posesión de tanta gloria!
Sí, triunfad en el cielo; pero no hagáis como hizo aquel ingrato copero de Faraón
con José; no olvidéis a vuestros pobres hermanos, que militamos aún en este
valle de lágrimas; echad una mirada compasiva sobre nosotros; ¡mirad de cuántos y cuán fieros enemigos nos vemos
rodeados! Ahora que sois tan poderosas delante de Dios, interceded por
nosotros, para que siendo fieles y constantes en su servicio podamos en vuestra
compañía alabarle y glorificarle un día eternamente.
—Cinco Padre nuestros, cinco Ave Marías y
un Gloria Patri a las cinco llagas de Cristo Señor nuestro en sufragio de las
benditas Ánimas del Purgatorio.
Obsequio:
Formar una firme resolución de ofrecer todas nuestras obras
satisfactorias en sufragio de las pobrecitas Ánimas.
ORACIÓN: A LAS ÁNIMAS EN EL
PURGATORIO.
Esposas muy queridas del Señor,
que encerradas en la cárcel del Purgatorio sufrís indecibles penas, careciendo
de la presencia de Dios, hasta que os purifiquéis, como el oro en el crisol, de
las reliquias que os dejaron las culpas; ¡con cuánta razón desde aquellas
voraces llamas clamáis a vuestros amigos pidiendo misericordia! Yo me
compadezco de vuestro dolor, y quisiera tener caudal suficiente para satisfacer
deuda tan crecida; y aunque más pobre que vosotras mismas, os ofrezco y aplico
cuantas indulgencias pudiere ganar en este día, y cuantas obras de supererogación
hiciere durante (diga el tiempo que
quiera), a excepción de aquellas que por alguna necesidad particular
aplicare. Pero siendo tan pobres mis méritos para satisfacer por vosotras a la Justicia
Divina, apelo a la piedad de los Justos, a los ruegos de los Bienaventurados,
al tesoro inagotable de la Iglesia, a la intercesión de María Santísima y al precio
infinito de la sangre de Jesucristo. Conceded, Señor, a esas pobres Ánimas, sobre
todo al alma de N. N., el deseado consuelo y descanso. Pero confío también, Almas
agradecidas, que tendré en vosotras poderosas medianeras que me alcancen del Señor
gracia con que deteste mis culpas, adelante en la virtud, sojuzgue mis pasiones
y llegue a la eterna bienaventuranza. Amén.
NOVENA A LAS
ÁNIMAS DEL
PURGATORIO.
SACADA DEL
ANCORA DE SALVACIÓN.
Por el R. P. JOSE MACH (de la Compañía de Jesús).
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