El invicto defensor de la inmunidad eclesiástica y glorioso mártir de Cristo santo Tomás, nació en Londres de padres nobles, ricos y piadosos.
Aprendió desde niño las bellas letras con grande aprovechamiento, y ya
desde joven fué de loables costumbres, de gentil disposición, hermoso de
rostro, en sus palabras modesto y grave, y tan amigo de la verdad, que ni aun
burlando se apartaba de ella.
Con tales prendas tanto se hizo amar del
arzobispo de Cantorbery que el buen prelado le admitió en su servicio, y le hizo
arcediano de su iglesia, y luego por consejo suyo el rey Enrique II le hizo su
cancelario y le confió la educación de su hijo, llamado también Enrique; y muerto
el arzobispo, quiso a todo trance que ocupara la sede primada de Cantorbery, Tomás
su cancelario, a pesar de su firme resistencia.
Hecho arzobispo, asistió a un concilio celebrado en Tours, en que presidió
el papa Alejandro III: y vuelto a Inglaterra, tuvo que
luchar denodadamente contra el rey, su grande amigo y protector; el cual
pretendía dar algunas leyes muy perjudiciales a la Iglesia y contrarias a su
divina autoridad.
Tomó el rey grandes medios de promesas y amenazas, de blanduras y
espantos para atraer al santo prelado a su voluntad; mas todo fué inútil; con
lo cual es increíble el odio que tomó contra el santo, teniéndole por ingrato y
desconocido a las mercedes que le había hecho.
Para evitar mayores males, salió de Inglaterra
el santo arzobispo y pasó a Flandes.
Lo sintió el rey; dio contra él quejas al Papa; quiso este oír al prelado,
para lo cual pasó a Roma, en donde el pontífice le oyó, y le animó a seguir en su
buen propósito; más para aplacar al rey, le aconsejó que se recogiese a una casa
religiosa, como lo hizo, retirándose a un monasterio de la orden del Císter en
Francia.
Y como el rey amenazase a los monjes cistercienses de toda Inglaterra con
echarles de su reino, el santo, por no serles ocasión de tan grave daño, dejó
aquel monasterio, y pasó a otro.
Finalmente, después de muchas alteraciones y dificultades,
el rey de Francia con ruegos y el papa con amenazas apretaron tanto a Enrique,
que se aplacó, se reconcilió con el santo arzobispo, y le dio licencia para
volver a Inglaterra, donde fué recibido con grande fiesta y alegría de los
buenos y no menor pesar de los malos.
Continuó el santo su oficio pastoral con la misma entereza que antes; y sus adversarios, por hacer placer al
príncipe, determinaron acabar con él y darle muerte.
Estando, pues, santo Tomás en la iglesia, entraron
en ella aquellos crueles verdugos, arremetieron contra él, y uno de ellos le
descargó con la espada un fiero golpe en la cabeza, y tras él otros, hasta que cayó
en el suelo, el cual quedó manchado con el cerebro del invicto mártir.
Reflexión: Actos
heroicos reclama a veces de nosotros la justicia.
Por defenderla hay que perder quizás como este santo, el valimiento
de los príncipes, alejarse de la patria, y vivir en suma miseria en extraño
suelo.
Pero
¡cuánto no ensancha el corazón la amorosa
providencia que Dios tiene de los suyos! Ya
él nos lo había dado a entender diciéndonos que eran bienaventurados los que
padecían persecución por la justicia, y así es.
Los mismos que
los persiguen admiran su virtud y hasta les piden perdón de sus yerros.
Si acaso Dios te ha
escogido también para este género de bienaventuranza, adora reverente sus
juicios y dale gracias por tan inestimable favor.
EL REY ENRIQUE HACIENDO PENITENCIA ANTE LA TUMBA DEL SANTO. |
Oración: Oh Dios, por cuya Iglesia el glorioso
pontífice santo Tomás murió a manos de los impíos, concédenos que todos los que
imploran su auxilio, reciban el saludable efecto de su petición. Por nuestro Señor
Jesucristo. Amén.
FLOS
SANCTORVM
DE
LA FAMILIA CRISTIANA.
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