Al tiempo que Sapor, rey de Persia,
perseguía cruelísimamente a los cristianos, vivían en una aldea llamada Jasa
dos hermanos llamados Jonás y Baraquisio, los cuales llegando a la villa que se
llama Bardiaboth, fueron a visitar a los cristianos que estaban presos y
hallaron nueve que estaban ya condenados a muerte.
Y viéndolos muy atormentados y maltratados,
les dijeron: «Hermanos, no temamos cosa alguna; en nombre de nuestro
Jesús crucificado, sustentemos una batalla para alcanzar la sempiterna corona.»
Animados con
estas palabras los santos presos, padecieron el martirio y recibieron la palma
y vestidura inmortal de la gloria.
Después de esto fueron acusados los dos
santos hermanos ante unos crueles magos que hacían oficio de jueces, los cuales
le intimaron obediencia al rey, y reverencia al sol, al fuego y al agua.
«No tengo que ver, dijo Jonás, con el sol, luna ni estrellas,
ni con el fuego ni el agua, que son vuestros dioses, ni es Sapor ningún rey
inmortal para que se haya de obedecer más eme al verdadero Dios. Sólo creo en el
Padre, Hijo y Espíritu Santo verdadera Trinidad que conserva todo el universo.»
Mucho se
enojaron los magos oyendo esto; y luego mandaron que le atasen un pie a una
cuerda y lo pusiesen desnudo al hielo toda la noche.
Venido el día siguiente, llamaron a
Baraquisio, a quien tenían apartado de su hermano, y le dijeron que por qué no
sacrificaba a los dioses como ya lo había hecho su hermano Jonás.
San Baraquisio dijo: «Lo
que ha hecho mi hermano haré también yo»: y añadió que
mentían en todo, porque la verdad a quien seguía, no le dejaría a su hermano
hacer un nefando sacrificio.
Se irritaron los mentirosos jueces con esta
respuesta, y para que no hablase más, le hicieron
beber plomo derretido, y le volvieron a la cárcel donde le tuvieron colgado de
un pie.
Trajeron luego ante sí a Jonás y le dijeron:
«¿Cómo te ha ido esta noche con la helada? Tu
hermano Baraquisio ha negado a tu Dios, y tú, obstinado, ¿aún te estás en tu
parecer?»
Respondió el mártir: «Creedme,
reales príncipes, que jamás mi Dios me había dado noche tan sosegada y tan
buena; y sé también para mi consuelo, que mi hermano ha negado al demonio y que
ha estado firme en Cristo.»
Mandaron traer
los magos un husillo y prensa y le prensaron como hacen con el orujo,
rompiéndole todos los huesos, y de esta manera el invictísimo y glorioso Jonás
entregó su bendita alma al Señor, Concluido esto atormentaron de varias maneras
a su hermano Baraquisio metiéndole agudas cañas por las carnes, le apretaron
después en la prensa, y le echaron pez derretida en la garganta, y con esto
alcanzó como su hermano la gloria del martirio.
Reflexión: ¿Has
observado como en el combate de estos dos santos hermanos querían aquellos
impíos jueces apartarles de la fe con embustes y mentiras?
Propias han sido siempre estas armas de los
enemigos de Dios; más los fieles servidores de Cristo los vencieron con su
cristiana entereza.
¿Por qué, pues, has de hacer algún caso de
las falsas razones que ahora vuelven a traer los impíos y herejes para
desquiciar a los católicos de la verdadera fe?
Por ventura no merece mayor crédito
Jesucristo, Señor nuestro, ¿que
todos los hombres falibles y miserables de este mundo?
¿No vale más el testimonio de la Iglesia que
el de toda la turba de los impíos ignorantes y viciosos?
Oración: Concédenos,
Señor, que así: como reconocemos tu fortaleza soberana en la
confesión de tus gloriosos mártires Jonás y Baraquisio, así experimentemos su
poderosa intercesión ante el acatamiento de tu divina Majestad. Por
Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
FLOS SANCTORVM
DE LA FAMILIA CRISTIANA
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