Una
hermosa y pía tradición arraigada en Colombia, Venezuela y Ecuador, es la de celebrar la Novena en preparación al Nacimiento del
Divino Niño Jesús. Esta
práctica se realiza entre el 16 y el 24 de Diciembre (de ahí su nombre); siendo
análoga y compatible con las célebres Posadas que se realizan en México.
Esta
es la versión tradicional, compuesta hacia 1770 por Fray Fernando
de Jesús Larrea O.F.M.; y adaptada por Sor María Ignacia Samper Acosta O.S.C.,
hacia finales del siglo XIX. Deseando
ante todo, que os preparéis dignamente para celebrar la Navidad, hagámoslo como
corresponde a los verdaderos Católicos: con
devociones aprobadas y acordes a la Doctrina.
NOVENA DE NAVIDAD
En el Nombre del Padre, ✠ del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS.
Benignísimo Dios de infinita caridad, que tanto amasteis a los hombres, que
les disteis en vuestro Hijo la mejor prenda de vuestro amor, para que hecho
hombre en las entrañas de la Bienaventurada Virgen María, naciese en un pesebre
para nuestra salud y remedio. Yo, en nombre de todos los mortales, os doy
infinitas gracias por tan soberano beneficio. En retorno de él os ofrezco la
pobreza, humildad y demás virtudes de vuestro Hijo humanado, suplicándoos por
sus divinos méritos, por las incomodidades con que nació y por las tiernas
lágrimas que derramó en el pesebre, que dispongáis nuestros corazones con
humildad profunda, con amor encendido, con total desprecio de todo lo terreno,
para que Jesús recién nacido tenga en ellos su cuna y more eternamente. Amén.
—Rezar tres veces el Gloria.
DÍA QUINTO - 20 DE DICIEMBRE.
CONSIDERACIÓN:
ANHELOS DE MARÍA SANTÍSIMA EN VER NACER AL NIÑO
JESÚS.
Ya hemos visto la vida que llevaba el Niño Jesús en el seno de su purísima Madre;
veamos hoy la vida que llevaba también María durante el mismo espacio de
tiempo. Es necesidad hoy de que nos detengamos en ella si queremos comprender,
en cuanto es posible a nuestra limitada capacidad, los sublimes misterios de la
Encarnación y el modo como hemos de corresponder a ellos.
María no cesaba de aspirar por el momento en
que gozaría de esa visión beatífica terrestre: la faz de Dios encarnado. Estaba
a punto de ver aquella faz humana que debía iluminar el cielo durante toda la
eternidad. Iba a leer el amor filial en aquellos mismos ojos cuyos rayos
deberían esparcir para siempre la felicidad en millones de elegidos. Iba a ver
aquel rostro todos los días, a todas horas, cada instante, durante muchos años.
Iba a verle en la ignorancia aparente de la infancia, en los encantos
particulares de la juventud y en la serenidad reflexiva de la edad madura...
Haría todo lo que quisiese de aquella faz divina; podría estrecharla contra la
suya con toda la libertad del amor materno; cubrir de besos los labios que
deberían pronunciar la sentencia a todos los hombres; contemplarla a su gusto
durante su sueño o despierto, hasta que la hubiese aprendido de memoria...
¡Cuán ardientemente deseaba ese día! Tal era la vida de expectativa de María... era
inaudita en sí misma, más no por eso dejaba de ser el tipo magnífico de toda
vida cristiana. No nos contentemos con admirar a Jesús residiendo en María,
sino pensemos que en nosotros también reside por esencia, potencia y presencia.
Sí, Jesús nace continuamente en nosotros y de nosotros, por las buenas obras
que nos hace capaces de cumplir, y por nuestra cooperación a la gracia; por la
manera que el alma del que se halla en gracia es un seno perpetuo de María, un
Belén interior sin fin.
Después de la comunión Jesús habita en
nosotros, durante algunos instantes, real y sustancialmente como Dios y como
hombre, porque el mismo niño que estaba en María está también en el Santísimo
Sacramento. ¿Qué es todo esto sino una participación de la vida de María
durante esos maravillosos meses, y una expectativa llena de delicias como la
suya?
ORACIÓN A LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA
(Para todos los días)
Soberana María, que por vuestras grandes virtudes y
especialmente por vuestra humildad, merecisteis que todo un Dios os escogiese
por Madre suya, os suplico que Vos misma preparéis y dispongáis mi alma, y las
de todos los que en este tiempo hicieren esta novena, para el nacimiento
espiritual de vuestro adorado Hijo.
¡Oh
dulcísima Madre!, comunicadme
algo del profundo recogimiento y de la divina ternura con la que le
aguardasteis Vos, para que nos hagáis menos indignos de verle, amarle y adorarle
por toda la eternidad. Amén.
—Rezar nueve veces el Ave María, en
memoria de los nueve meses, que estuvo el Verbo Divino en su purísimo Vientre.
ORACIÓN A SAN JOSÉ (Para todos los
días).
¡Oh
santísimo José, esposo de María y padre adoptivo de Jesús! Infinitas gracias doy a Dios porque
os escogió para tan altos ministerios, y os adornó con todos los dones
proporcionados a tan excelente grandeza. Os ruego por el amor que tuvisteis al
Divino Niño, me abraséis en fervorosos deseos de verle y recibirle
sacramentalmente, mientras en su divina Esencia le vea y goce en el Cielo. Amén.
—Rezar un Padre nuestro, Ave María y
Gloria.
ASPIRACIONES PARA LA VENIDA DEL NIÑO
JESÚS (GOZOS)
Dulce
Jesús mío,
Mi
niño adorado,
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
¡Oh
sapiencia suma
Del
Dios soberano,
Que
al nivel de un niño
Te
hayas rebajado!
¡Oh
Divino Niño,
Ven
para enseñarnos
La
prudencia que hace
Verdaderos
sabios!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
¡Oh,
Adonái potente
Que,
a Moisés hablando,
De
Israel al pueblo
Disteis
los mandatos!
¡Ah!
Ven prontamente
Para
rescatarnos,
Y
que un niño débil
Muestre
fuerte brazo!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
¡Oh
raíz sagrada
De
Jesé, que en lo alto
Presentas
al orbe
Tu
fragante nardo!
¡Dulcísimo
Niño,
Que
has sido llamado
Lirio
de los valles,
Bella
flor del campo!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
¡Llave
de David
Que
abre al desterrado
Las
cerradas puertas
Del
regio palacio!
¡Sácanos,
Oh Niño,
Con
tu blanda mano,
De
la cárcel triste
Que
labró el pecado!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
¡Oh
lumbre de Oriente
Sol
de eternos rayos,
Que
entre las tinieblas
Tu
esplendor veamos!
¡Niño
tan preciado,
Dicha
del cristiano,
Luzca
la sonrisa
De
tus dulces labios!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
¡Espejo
sin mancha,
Santo
de los santos,
Sin
igual imagen
Del
Dios soberano!
¡Borra
nuestras culpas,
Salva
al desterrado
Y,
en forma de Niño
Da
al mísero amparo!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
¡Rey
de las naciones,
Emmanuel
preclaro,
De
Israel anhelo,
Pastor
del rebaño!
¡Niño
que apacientas
Con
suave cayado
Ya
la oveja arisca,
Ya
el cordero manso!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
¡Ábranse
los cielos
Y
llueva de lo alto
Bienhechor
rocío,
Como
riego santo!
¡Ven
hermoso Niño!
¡Ven
Dios humanado!
Luce,
hermosa estrella,
Brota
flor del campo.
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
¡Ven
que ya María
Previene
sus brazos,
De
su niño vean
En
tiempo cercano!
¡Ven,
que ya José,
Con
anhelo sacro,
Se
dispone a hacerse
De
tu amor sagrario!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
¡Del
débil auxilio,
Del
doliente amparo,
Consuelo
del triste,
Luz
del desterrado!
¡Vida
de mi vida,
Mi
dueño adorado,
Mi
constante amigo,
Mi
divino hermano!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
¡Véante
mis ojos,
De
ti enamorados!
¡Bese
ya tus plantas,
Bese
ya tus manos!
¡Prosternado
en tierra
Te
tiendo los brazos,
Y
aún más que mis frases
Te
dice mi llanto!
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
Ven,
Salvador nuestro,
Por
quien suspiramos,
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
ORACIÓN AL NIÑO JESÚS (Para todos los
días).
Acordaos, ¡Oh dulcísimo Niño Jesús!, que dijisteis a la venerable
Margarita del Santísimo Sacramento, y en persona suya a todos vuestros devotos,
estas palabras tan consoladoras para nuestra pobre humanidad agobiada y
doliente: “Todo lo que quieras pedir, pídelo por los méritos de mi
infancia y nada te será negado”
(Pídase
la gracia que se desea obtener).
Llenos de confianza en Vos, ¡Oh Jesús, que sois la
misma Verdad!, venimos
a exponeros toda nuestra miseria. Ayudadnos a llevar una vida santa, para
conseguir una eternidad bienaventurada. Concedednos, por los méritos infinitos
de vuestra Encarnación y de vuestra infancia, la gracia de la cual necesitamos
tanto (Repetir
la gracia que se desea obtener).
Nos entregamos a Vos, ¡Oh Niño omnipotente!, seguros de que no quedará frustrada
nuestra esperanza, y de que, en virtud de vuestra divina Promesa, acogeréis y
despacharéis favorablemente nuestra súplica. Amén.
—Rezar tres veces el Gloria.
En el Nombre del Padre, ✠ del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
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