La
gloriosísima y alegrísima Resurrección de nuestro Señor Jesucristo se refiere
en el sagrado Evangelio por estas palabras:
— Al día siguiente después de Parasceve, los príncipes de los
sacerdotes y fariseos acudieron juntos a Pilato, y le dijeron: «Señor, nos
hemos acordado de que aquel impostor cuando estaba aún en vida andaba diciendo:
Después de tres días resucitaré. Manda, pues que se custodie el sepulcro hasta
el tercer día; no sea, que vayan allá sus discípulos y lo hurten, y digan luego
a la plebe: Ha resucitado de entre los muertos, y sea el postrero error peor
que el primero.»
Les respondió Pilato: «Ahí tenéis
a vuestra disposición la guardia: id, y ponedla como os parezca.»
Con eso, yendo al lugar del sepulcro, lo aseguraron bien,
sellando la piedra, y poniendo guardas de vista.
Mas Jesús resucitó al
amanecer del primer día de la semana.
El ángel del Señor descendió
de los cielos, y llegándose revolvió la losa del sepulcro.
Su rostro era deslumbrador
como un relámpago y su vestidura blanca como la nieve.
A su vista los guardas
quedaron yertos de espanto y como muertos.
Viniendo después algunos
de ellos a la ciudad, contaron a los príncipes de los sacerdotes lo que había acaecido:
y congregados estos en asamblea con los ancianos tuvieron su consejo, y dieron
una grande suma de dinero a los soldados con esta advertencia: «Habéis de decir: Estando nosotros durmiendo, vinieron de noche sus
discípulos, y lo hurtaron. Y si esto llega a oídos del presidente, nosotros le
aplacaremos, y os sacaremos a paz y a salvo”.
Tomando ellos el dinero, obraron conforme a la instrucción que se
les dio, y la noticia de esto ha corrido entre los judíos hasta el día de hoy.
(Matth.
XXVII, Marc, XVI).
— Aquel mismo día,
primero de la semana, siendo ya tarde y estando cerradas las puertas de la casa
donde se hallaban reunidos los discípulos por temor de los judíos, vino Jesús;
y apareciéndose en medio de ellos, les dijo: «La paz
sea con vosotros»: mas ellos turbados y espantados imaginaban ver algún espíritu. Les
dijo Jesús: «¿De qué
os asustáis, y por qué habéis de pensar tales cosas? Mirad mis manos y mis
pies, que yo mismo soy; palpad y miradme; que un espíritu no tiene carne ni
huesos, como veis que yo tengo.» Dichas estas palabras les mostró las manos y los pies y el
costado, y les echó en cara la dureza de su corazón por no haber creído a los
que ya le habían visto resucitado. Mas como aun no acababan de creer lo qu e
veían, estando como estaban enajenados de júbilo y asombro, les dijo Jesús: «¿Tenéis ahí algo de comer?»
Ellos le presentaron
una ración de pescado asado y un panal de miel. Y habiendo comido delante de
ellos, tomó las sobras y se las dio. Se Llenaron, pues de alegría los
discípulos con la vista del Señor (Joann., XXI).
*
Reflexión: La
gloriosa Resurrección de Jesucristo, manifestada por espacio de cuarenta días
con muchas y singularísimas apariciones que pueden leerse en los cuatro
Evangelios, es la prueba más evidente e irrefragable de su Divinidad.
Es también un
divino testimonio de nuestra esperanza; pues habiendo resucitado el Señor,
también nosotros, como él nos dijo, resucitaremos.
Oración:
¡Oh Dios! que en el día de hoy nos has abierto
la entrada de la Eternidad por tu Unigénito vencedor de la muerte, favorece con
la ayuda de tu gracia las súplicas que nos has inspirado previniéndonos con
ella. Por el mismo
Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
FLOS
SANCTORVM
DE
LA FAMILIA CRISTIANA.
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