San
Juan, papa, primero de este nombre, nació en Florencia, y se crio en Roma donde
hizo maravillosos progresos en las ciencias y cristianas virtudes.
Era ya el espejo y oráculo de todo el clero
cuando por la muerte del santísimo padre Hormisdas, fue
elegido Juan sumo pastor de la Iglesia, con gran consuelo de los fieles.
Reinaba a la sazón en Italia Teodorico, rey
de los ostrogodos, defensor de los herejes arríanos, y en Oriente el emperador
Justino, celoso protector de la Iglesia católica.
Mandó, pues, este
católico príncipe que no se admitiesen en su imperio obispos y sacerdotes
arríanos, y que se les quitasen las iglesias que tenían y se diesen a los
fieles y católicos.
Al saber esto se embraveció Teodorico y dio
bramidos como un león; y hasta amenazó de poner a
sangre y fuego a Italia y pasar a cuchillo a todos los católicos.
Se recataba de todas las personas de valor que
veía aficionadas a la parte de Justino, y así mandó prender al sapientísimo
Severino Boecio y a su suegro Símaco.
Pero antes de ejecutar su furor, quiso
enviar embajadores al emperador Justino, y escogió para esta embajada a cuatro
senadores que habían sido cónsules y a nuestro santo pontífice, juzgando que
había blandeado con las amenazas.
Llegado el santo a
Constantinopla, fue recibido con cruces, pendones y hachas encendidas; el mismo
emperador bajó del caballo en que iba, puesto ante él de rodillas, le hizo
reverencia como a vicario de Dios en la tierra.
Entrando el santo pontífice por la puerta de
la ciudad dio la vista a un ciego.
Trató los negocios
que llevaba con el emperador y los concluyó como deseaba, aunque convinieron
los dos en no dar las iglesias a los arríanos, ni consentir que contaminasen
los templos del Señor con las ceremonias de los herejes.
Por lo cual el rey Teodorico hizo matar a
Símaco y al ilustre y católico filósofo Boecio, que eran los varones más esclarecidos
de Italia, y el mayor ornamento de Roma.
Luego que volvió el
santo pontífice a Italia fue encerrado en una cárcel sucia y tenebrosa de
Ravena, pero no por eso desmayó ni dejó por temor del tirano de llevar adelante
la defensa de la fe católica, antes escribió una carta a los obispos de Italia
en que les exhortaba a trabajar varonilmente en la viña del Señor, y a despreciar
por la causa de Jesucristo las fieras amenazas del rey.
Fue el santo en
aquella cárcel tan maltratado, que dentro de pocos días murió.
Pero no se fue alabando el tirano, porque
poco después fue severísimamente castigado de Dios con espantosos terrores que le
helaron la sangre y le quitaron la vida.
Reflexión: En la
carta que escribió el venerable pontífice san Juan desde su cárcel a los
obispos de Italia, les decía:
«Armaos,
hermanos míos, con la espada del espíritu del Señor contra la perfidia de los
herejes; perseguidla hasta que no quede raíz ni rastro de ella; y puesto caso
que el rey Teodorico inficionado de la pestilencia arriana nos amenace y diga que
a nosotros y a nuestra tierra la ha de pasar a sangre y fuego, no por eso os
turbéis, ni temáis a los que pueden matar al cuerpo y no al alma».
Roguemos
al Señor que dé esta fortaleza cristiana así a nuestros pontífices y prelados
como a todos los fieles de la santa y divina Iglesia católica, pues, vale más
la fe de Jesucristo que todos los demás bienes temporales del mundo.
Oración: Oh Dios, que cada año nos alegras con la
festividad de tu bienaventurado mártir y pontífice san Juan, concédenos
benignamente que merezcamos la protección de aquel cuya memoria solemnizamos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
FLOS SANCTORVM
DE LA FAMILIA CRISTIANA.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario