domingo, 19 de octubre de 2025

MES DE SANTA TERESITA DEL NIÑO JESÚS – DÍA DÉCIMONOVENO.

 

Compuesto por el Rev. P. Aniceto de la Sagrada Familia OCD en el año 1925.

  


Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos Señor Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.

  


ACTO DE CONTRICIÓN


 

   Señor mío Jesucristo, con el corazón partido por el dolor que me causan los pecados cometidos contra Ti, vengo a pedirte perdón de ellos. Ten piedad de mí, oh Dios; según la grandeza de tu misericordia y según la muchedumbre de tus piedades, borra mi iniquidad. Mira mi humillación y mi trabajo, y perdona todos mis pecados. Espero de tus bondades que no entrarás en juicio con tu siervo, porque no hay entre los vivientes ninguno limpio, en tu presencia, y que me perdonarás todas mis culpas, y me darás la gracia para perseverar en tu santo servicio hasta el fin de mi vida. Amén.

 


ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS



   ¡Oh Jesús! Maestro sapientísimo en la ciencia del amor, que aleccionaste en la escuela de tu corazón adorable a tu pequeñita esposa Santa Teresita del Niño Jesús, haciéndole correr por la senda del amor confiado hasta llegar a la cumbre de la perfección, yo te ruego te dignes enseñar a mi alma el secreto del Caminito de infancia espiritual como a ella se lo enseñaste; para esto vengo en este día a tu soberana presencia a meditar los ejemplos admirables que nos dejó tu regalada Santita. Escucha benigno las súplicas que ella por nosotros confiadamente te dirige. ¡Oh Jesús, si pudiera yo publicar tu inefable condescendencia con todas las almas pequeñitas! Creo que si, por un imposible, encontraras una más débil que la mía, te complacerías de colmarla de mayores gracias aún, con tal confiara por entero en tu infinita misericordia, Mas ¿por qué, Bien mío, deseo tanto comunicar los secretos de tu amor? ¿No fuiste tú solo quien me los enseñaste? ¿Y no puedes revelarlos a los demás? Ciertamente que sí, y puesto que lo sé, te conjuro que lo hagas: te suplico que fijes tus divinos ojos en todas las almas pequeñitas, y te escojas en este mundo una legión de Víctimas pequeñas dignas de tu amor… Dígnate escoger a la pobrecita de mi alma para el número de esa legión y haz, por tu piedad que, atraída por la fragancia de las virtudes de tu esposa, corra por la senda del bien hasta llegar a la perfección del amor. Amén.

DÍA DECIMONOVENO – 19 DE OCTUBRE

 

MEDITACIÓN: LAS AMISTADES.

 

Ánima Jónathæ conglutináta est ánimæ David, et diléxit eum Jónathas quási animam suam (I Reg. XVIll). El alma de Jonatán se ligó estrechamente con el alma de David, y le amó Jonatán con toda su alma.

 

   «Entre los conceptos teológicos que más atractiva hacen a mi sensibilidad la grandeza de Dios, es saber que la Divinidad tiene un horror al vacío y a la soledad». Dios lo llena todo, está presente en todo lugar, y no vive solo, es Trinidad y Trinidad creadora. El hombre participe las perfecciones divinas, es un ser que profesa un horror al vacío y odia la soledad.

 

   Dios entre las grandiosas obras de sus manos aparece soberanamente providente, dando al hombre una compañera y a ésta un compañero, que vivirán el uno para el otro hasta la fusión

del amor. El matrimonio es el summum de la amistad, lo mismo en el orden de la naturaleza que en el sublime de la gracia. El hombre, pues, por su naturaleza necesita la amistad.

 

   El gran pensador Lacordaire escribió que la amistad es el consorcio de dos almas que se unen para realizar la labor de la vida.

 

   Pensemos un momento y veremos que la labor de la vida, no es otra cosa que el desenvolvimiento total de las energías espirituales en orden a la verdad, la belleza y la bondad. Trilogía admirable que hace al hombre feliz en este mundo y glorioso en el otro. Porque, en verdad Dios sólo es verdad y belleza y bondad para el entendimiento humano y angélico.

 

   La amistad no une las almas para el sentido sino para Dios. Que bien lo entendían los santos, pero de manera especialísima las dos Teresas, la madre y la hija, la maestra y la discípula: Santa Teresa de Jesús y Santa Teresita del Niño Jesús.

 

   «Este amor se parece y va imitando al que nos tuvo el buen Jesús, que es la pasión de hacer que el alma a quien tiene amistad, ame a Dios para ser amada de Él… Es amor muy a su costa; no deja de poner todo lo que puede porque se aproveche; perdería mil vidas por un pequeño bien suyo. ¡Oh, precioso amor que va imitando al capitán del amor Jesús, nuestro bien!… Así ganan muy mucho los que tienen su amistad: y crean que, o los dejarán de tratar con particular amistad, o acabarán con nuestro Señor que vayan por su camino, pues van a una tierra como hizo Santa Mónica con San Agustín. No les sufre el corazón tratar en ellos doblez, porque si les ven torcer el camino, luego se lo dicen, o algunas faltas, no pueden consigo acabar otra cosa» (Camino de Perfección, VII).

 

   Esta manera de amar es la que produce la amistad que se funda en Dios, y a ella van ordenados todos los deseos de los buenos amigos. La verdadera caridad consiste en soportar todos los defectos del prójimo, en no extrañarse de sus debilidades; pero he aprendido especialmente que la caridad no debe permanecer encerrada en el fondo del corazón; pues nadie enciende una antorcha para ponerla debajo de un celemín… sino que se la pone sobre un candelero, a fin de que alumbre a todos los que están en la casa (Luc. XI, 33). Me parece, Madre mía que esta antorcha representa la caridad que debe iluminar y alegrar, no sólo a aquellos que más quiero, sino a todos los que están en la casa.

 

   ¡Qué fin tan admirable el de la amistad, levar las almas amigas a Dios y escalar juntas las cimas del más sublime de los ideales!

 

   Amar a una persona es amar su alma, y quererla más bella y más grande y más santa. La amistad no alcanza verdaderamente su objeto sino en cuanto contribuya al mejoramiento de nosotros mismos por el ejercicio de todas las virtudes. Dos amigos deben poder decirse lo que Jonatán a David: «Haré por ti cuánto tu alma me dijere», porque el alma de Jonatán se ligó estrechamente con el alma de David, y se amaron con toda el alma.

 

—Medítese un momento y pídase la gracia que se desea recibir.

 


EJEMPLO: CONVERSIÓN DE UNA JOVENCITA

LIBREPENSADORA.


X. (Argelia), 6-8-1918.

   Después de mi primera Comunión, caí en tal impiedad, llegando a adoptar la odiosa teoría de Renán, en su Vida de Jesús. Hasta la edad de trece años he vivido esta vida de pecado, de la cual me siento avergonzada aún estaría sumida en ella a no ser por la intervención de Sor Teresita.

 

   En 1916 fui al campo a pasar el verano en compañía de una primita muy piadosa y más joven que yo. Conociendo mi pasión por la lectura, me ofreció un día el librito Llamamiento a las almas pequeñitas. En un principio leí sólo algunas páginas por darle gusto; cerré el libro, pero una voz interior me reprendió: «No sabrás nunca leer una cosa seria»; parecía repetirme y me vi forzada a abrir de nuevo el librito. Al llegar al pasaje que relata la profesión religiosa de la Santita, reproduciendo la oración que formuló ese día, caí de rodillas Vencida por la gracia y deshecha en lágrimas, conjuré a Sor Teresita a tener piedad de mí, retirándome del abismo. Desde este momento he encontrado de nuevo la fe y la piedad, he comprendido la vanidad de las cosas de la tierra y no sueño más que en unirme a Dios para siempre, lejos del mundo. Quisiera dar a todos los pecadores este librito tan sencillo, pero tan precioso. Creo que nadie resistiría a su saludable influencia. En derredor mío ha obrado otra conversión.

X.

 

JACULATORIA: ¡Oh celestial Santita! Haz que sepamos conocer la Verdadera amistad que conduce al cielo.

 


ORACIÓN PARA ESTE DÍA


 

   ¡Oh bienaventurada virgen Santa Teresita! que inflamada en el amor de Dios supiste conservar las amistades que las criaturas te prestaron «amándolas constantemente y encomendándolas en tus fervorosas oraciones», haz, piadosa intercesora que sepa amar y conservar el amor de mis amigos sintiendo verdadera alegría por el aprovechamiento de sus almas y padeciendo toda suerte de sacrificios  para procurárselos según tus enseñanzas; y para más obligarte te recordamos tus inefables promesas en favor de tus devotos con las siguientes: 



DEPRECACIONES



   ¡FIorecilla de Jesús, que con tus perfumes virginales atrajiste hacia ti las miradas del Esposo divino, haz que nuestras plegarias merezcan la bendición del cielo!

—Padrenuestro y Avemaría.

 

   ¡Virgen graciosa!, que supiste iniciarte en el corazón del Rey celestial, oyendo de sus labios divinos «Todo lo mío es tuyo», haz que se derrame sobre mi corazón la gracia de tu protección poderosa.

—Padrenuestro y Avemaría.

 

   ¡Oh celestial criatura!, que nos prometiste que tus oraciones serían en el cielo bien recibidas, ruega por nosotros y arroja la abundancia de gracias sobre nuestras almas, como la lluvia de rosas que prometiste hacer caer sobre la tierra.

—Padrenuestro, Avemaría y Gloria Patri.

 


ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS


   ¡Oh Jesús! Atraído suavemente por el imán poderoso de tu amor a la escuela donde tus manos graciosas señalan a las almas el camino de la virtud infantil, tomo la resolución de poner en práctica tus enseñanzas a imitación de tu pequeñita esposa Santa Teresita. ¡Oh Jesús divino! Tú, misericordiosamente, te dignaste mirarla, y con solo la mirada de tus ojos claros, serenos, vestida la dejaste de tu hermosura. Dígnate, pues, te lo pido con fe, recompensar este devoto ejercicio, con la dulce y misericordiosa mirada dc tus ojos divinos. «Más qué digo, ¡Jesús mío! Tú sabes muy bien que no es la recompensa la que me induce a servirte, sino únicamente tu amor y la salvación de mi alma». Te lo pido por la intercesión de tu florecilla regalada. ¡Oh querida Teresita! Es preciso que ruegues por mí, para que el rocío de la gracia se derrame sobre el cáliz de la flor de mi corazón, para fortalecerlo y dotarlo de todo cuanto le falta. ¡Adiós, florecilla de Jesús! Pide que cuantas oraciones se hagan por mí, sirvan para aumentar el fuego que debe consumirme. Amén.

 

En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.

 

SAN PEDRO DE ALCÁNTARA, confesor. (+ 1562). — 19 de octubre.

 



   El admirable penitente y extático contemplativo san Pedro de Alcántara nació en la villa de este nombre, provincia de Extremadura, en España, y fué hijo de don Alfonso Garavito, hábil jurisconsulto y corregidor de la misma villa.

   Después de haber aprendido las letras humanas pasó a Salamanca a estudiar el derecho canónico, y dando luego de mano a todas las cosas del mundo, tomó el hábito del seráfico padre san Francisco en el convento de Manjarrez a la edad de diez y seis años.

   Toda la vida anduvo con los ojos bajos, de manera que nunca supo si el coro o el dormitorio eran de bóveda, y a los religiosos del convento les conocía sólo por la voz.

   Después de la profesión pasó a morar en una soledad, donde se labró una celda que más bien parecía sepultura, en la cual entabló una vida de tan áspera penitencia, que se haría increíble si no la autorizara la bula de su canonización.


   Comía sólo una vez cada tercer día y a veces se le pasaban ocho sin tomar bocado; traía a raíz de las carnes un cilicio en figura de rallo; dormía no más que hora y media y por espacio de cuarenta años lo hacía de rodillas o sentado, arrimada la cabeza a la pared.

   Su celda era tan baja que en ella no podía estar en pie, ni tendido a lo largo, su cuerpo estaba hecho una llaga, y no parecía el santo más que un esqueleto animado.



   Mas, así como ningún santo le excedió en su penitencia, pocos tuvieron como él tan sublime don de contemplación: porque su oración era un éxtasis casi continuo, en que Dios le regalaba con delicias de la gloria.

   A la edad de veinte años fué nombrado guardián de Badajoz: y escogió para sí todos los oficios más humildes del convento.



   En el tenor de su vida parecía un ángel; pero ordenado de sacerdote fué un abrasado serafín.

  Cuando predicaba al pueblo, con sola su vista y presencia ablandaba los corazones más duros, y los sermones que hacía solían quedar interrumpidos por lágrimas y gemidos dolorosos; así renovó en muchos obispados el espíritu de penitencia.

Le nombraron provincial, y emprendió luego la reforma de su Orden para resucitar en ella el primitivo espíritu de san Francisco, obra dificultosísima que llevó a cabo, y fué confirmada por breve de Julio III, y ponderada de santa Teresa de Jesús y de san Francisco de Borja, que se encomendaban en las oraciones de este gran siervo de Dios.

   Quiso tomarle por confesor el emperador Carlos V, cuando estaba meditando su retiro en el monasterio de Yuste; pero el santo se resistió con tales razones, que el emperador se rindió a ellas.

   Finalmente siendo comisario general de España para la Reforma, se hizo llevar al convento de Arenas, donde en un dulcísimo éxtasis, entregó su alma al Creador, a la edad de sesenta y tres años.




ReflexiónDe este santísimo varón dice santa Teresa: «Hele visto muchas veces con grandísima gloria. Dijome la primera vez que me apareció: ¡Qué bienaventurada penitencia, que tanto premio había merecido!»

   ¿Somos nosotros discípulos de Jesucristo? Pues no nos avergoncemos de vestir su librea.

   Pobre soy, dice él por el Salmista, y lleno estoy de trabajos desde mi más tierna edad: ¿y no será un verdadero contrasentido, que, mientras nuestra cabeza de Cristo está coronada de espinas, andemos nosotros nadando en los regalos y deleites?



Oración¡Oh Dios! que te dignaste ilustrar al bienaventurado san Pedro, tu confesor, con el don de una altísima contemplación, y con el de una admirable penitencia; te suplicamos nos concedas por sus méritos que, mortificada nuestra carne, alcancemos mayor inteligencia de las cosas celestiales. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.



FLOS SANCTORVM
DE LA FAMILIA CRISTIANA.

MES DE SANTA TERESITA DEL NIÑO JESÚS – DÍA DÉCIMOCTAVO.

 

Compuesto por el Rev. P. Aniceto de la Sagrada Familia OCD en el año 1925.

  

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos Señor Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.

  

ACTO DE CONTRICIÓN

 

   Señor mío Jesucristo, con el corazón partido por el dolor que me causan los pecados cometidos contra Ti, vengo a pedirte perdón de ellos. Ten piedad de mí, oh Dios; según la grandeza de tu misericordia y según la muchedumbre de tus piedades, borra mi iniquidad. Mira mi humillación y mi trabajo, y perdona todos mis pecados. Espero de tus bondades que no entrarás en juicio con tu siervo, porque no hay entre los vivientes ninguno limpio, en tu presencia, y que me perdonarás todas mis culpas, y me darás la gracia para perseverar en tu santo servicio hasta el fin de mi vida. Amén.

 

ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS


   ¡Oh Jesús! Maestro sapientísimo en la ciencia del amor, que aleccionaste en la escuela de tu corazón adorable a tu pequeñita esposa Santa Teresita del Niño Jesús, haciéndole correr por la senda del amor confiado hasta llegar a la cumbre de la perfección, yo te ruego te dignes enseñar a mi alma el secreto del Caminito de infancia espiritual como a ella se lo enseñaste; para esto vengo en este día a tu soberana presencia a meditar los ejemplos admirables que nos dejó tu regalada Santita. Escucha benigno las súplicas que ella por nosotros confiadamente te dirige. ¡Oh Jesús, si pudiera yo publicar tu inefable condescendencia con todas las almas pequeñitas! Creo que si, por un imposible, encontraras una más débil que la mía, te complacerías de colmarla de mayores gracias aún, con tal confiara por entero en tu infinita misericordia, Mas ¿por qué, Bien mío, deseo tanto comunicar los secretos de tu amor? ¿No fuiste tú solo quien me los enseñaste? ¿Y no puedes revelarlos a los demás? Ciertamente que sí, y puesto que lo sé, te conjuro que lo hagas: te suplico que fijes tus divinos ojos en todas las almas pequeñitas, y te escojas en este mundo una legión de Víctimas pequeñas dignas de tu amor… Dígnate escoger a la pobrecita de mi alma para el número de esa legión y haz, por tu piedad que, atraída por la fragancia de las virtudes de tu esposa, corra por la senda del bien hasta llegar a la perfección del amor. Amén.

DÍA DECIMOCTAVO – 18 DE OCTUBRE

 

MEDITACIÓN: DELICADEZAS DE ALMAS GRANDES.

 

Qui vult tecum judício contendére, et túnicam tuam tóllere, dimítte ei et pálium (S. Matth. V, 40). Aquel que quiere ponerte pleito y tomarte la túnica, déjale también la capa.

 

 

   En la práctica de la virtud de la caridad encontramos dificultades sin número, las que hacen que nuestra caridad desaparezca totalmente o que no sea su brillo tan hermosamente resplandeciente cual conviene a los seguidores de Cristo. Entre ellas, la que más funestos quebrantos suele ocasionar a las almas es la visión real o aparente de los defectos que aparecen en nuestros hermanos.

 

   Esta visión es tanto más perjudicial en el alma, cuánto más aprecia el valor cristiano y más desea el reinado del amor. Los maestros de la vida del espíritu, como San Juan de la Cruz, enseñan a precaverse de este enemigo, tan común en las almas principiantes y aun aprovechadas en el camino de la perfección. Por esto, el Santo Doctor daba sapientísimo consejo cuando escribía: «Nunca tomes por modelo al hombre en lo que hubieres de hacer, por santo que sea; porque te pondrá el demonio delante sus imperfecciones; sino imita a Jesucristo que es sumamente perfecto y sumamente santo, y nunca errarás».

 

   Singular sabiduría es no ver en nuestros hermanos defecto ninguno, y denota posesión de alguna virtud y mucha pureza y rectitud de corazón. «El limpio de corazón, dice San Juan de la Cruz, en todas las cosas halla noticia de Dios gustosa, casta, pura, espiritual, alegre y amorosa». Porque cualidad graciosa es del que ama ver siempre el bien de sus semejantes.

«Si quiero fomentar en mi corazón el amor al prójimo e intenta el demonio ponerme ante los ojos los defectos de tal o cual hermana, me apresuro a buscar sus virtudes y sus buenos deseos; pienso que, si la vi caer una vez, puede haber ganado en cambio numerosas victorias, que oculta por humildad, o bien, que lo que a mí me parece falta, quizá sea un acto de virtud, considerando la intención con que lo hizo.  Hermosa es esta doctrina que tanto acrece en mi alma la caridad y debo practicarla con tal celo, que no he de permitir en mí el más insignificante raciocinio. Creo que, en el ejercicio de la caridad, como en el de la pureza, la huida es el medio que proporciona más victorias, porque es muy ladino el enemigo y muy frágil nuestro corazón para que no se pierda con abundancia de raciocinios. Para mí, la norma de mi caridad fraterna, no ejerciendo cargo que me obligue la corrección es el del olvido o mejor, quiero que mi caridad tenga dos cualidades, la de ser ciega e ignorar el cálculo. No quiero ver ni raciocinar, ni calcular sobre los actos de mis hermanos. Sólo Dios, que es el juez supremo de vivos y muertos, juzgará los actos humanos. ¡Ah, cuántos juicios, condenatorios en el tribunal del hombre, serán de completa absolución en el tribunal de Dios! Celestial y provechosa doctrina que conduce al alma seguramente a la paz interior que es la felicidad anticipada».

 

   Esta doctrina la vemos elocuentemente confirmada en el Evangelio cuando el Maestro nos dice: «Dad a cualquiera que os pida, y si os toman lo que os pertenece no lo reclaméis». (S. Luc. VI, 30). «Dejad vuestra capa a quien quiera litigar para llevarse vuestra túnica» (S. Matth. V, 40). Nuestra Santita explica esta doctrina diciendo: «Ceder la capa es, a mi parecer, renunciar a nuestros últimos derechos, y considerarse como criada y esclava de los demás. No, no me basta dar a todo el que me pida; he de aplicarme a adivinar sus deseos, he de mostrarme agradecida y considerarme muy honrada de poder prestar algún servicio; y si se me llevan algún objeto de mi uso, he de demostrar agrado de que me hayan desembarazado de él».

 

   ¡Oh! Que progresos haríamos en la vida del amor, si nos dedicásemos a la meditación saludable de esta doctrina. Jamás pondríamos sobre nuestros hermanos el pesado juicio de nuestro entendimiento, y sí sólo, pensaríamos en amarlos hasta morir por ellos; como el dulce Jesús víctima del amor a los hombres.

 

—Medítese un momento y pídase la gracia que se desea recibir.

 

EJEMPLO: TRANSFORMACIÓN ESPIRITUAL

 

X. (Italia). 3-7-1913.

   Viéndome obligada por mi estado de salud a faltar a mis comuniones, invoqué a Sor Teresita en el mismo instante que la conocí para pudiera regularizarlas; obtuve la gracia pedida, y ello me animó para encomendarle la transformación de mi alma y también ha escuchado, ya no soy la misma.

 

Ella me ha hecho comprender la dicha causa: que la aceptación generosa de los pequeños sufrimientos de cada día, dulcemente me inclina hacia la humildad; ella me obliga a ser amable y buena sobre todo con las personas que me son menos simpáticas y me enseña el valor de los ligeros sacrificios y de las acciones más insignificantes, cuando se hacen por amor; en fin, la paz me rodea, vivo en un mundo nuevo, antes desconocido para mí.

 

   Hace algunos días fui mal recibida por alguien a quien pedí un favor, y además acusada injustamente; de natural vivo e irascible, me pareció estar retenida por un freno y como sumida en un ambiente de serenidad profunda.

 

   Me contuve, y de regreso a mi celda, mientras daba gracias a Dios de esta gran victoria, sentí que una alegría celestial inundaba mi corazón.

Sor M.

 

 

JACULATORIA: ¡Oh regalada Esposa de Jesús! Haz que comprenda la verdadera delicadeza del corazón, y la practique con mis semejantes.

 

ORACIÓN PARA ESTE DÍA


   ¡Oh gloriosa Santita!, que acordándote que la caridad cubre la multitud de pecados, bebiste en ese fecundo manantial abierto por el Señor en su sagrado Evangelio, y saturada tu alma con esa agua divina, corriste por el camino de los mandamientos divinos hasta dilatar tú corazón con la abundancia del amor; haz, fervorosa criatura, que mi corazón se dilate con la caridad del prójimo; y para más obligarte, te recordamos tus inefables promesas en favor de tus devotos, con las siguientes: 


DEPRECACIONES



   ¡FIorecilla de Jesús, que con tus perfumes virginales atrajiste hacia ti las miradas del Esposo divino, haz que nuestras plegarias merezcan la bendición del cielo!

—Padrenuestro y Avemaría.

 

   ¡Virgen graciosa!, que supiste iniciarte en el corazón del Rey celestial, oyendo de sus labios divinos «Todo lo mío es tuyo», haz que se derrame sobre mi corazón la gracia de tu protección poderosa.

—Padrenuestro y Avemaría.

 

   ¡Oh celestial criatura!, que nos prometiste que tus oraciones serían en el cielo bien recibidas, ruega por nosotros y arroja la abundancia de gracias sobre nuestras almas, como la lluvia de rosas que prometiste hacer caer sobre la tierra.

—Padrenuestro, Avemaría y Gloria Patri.

 


ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS



   ¡Oh Jesús! Atraído suavemente por el imán poderoso de tu amor a la escuela donde tus manos graciosas señalan a las almas el camino de la virtud infantil, tomo la resolución de poner en práctica tus enseñanzas a imitación de tu pequeñita esposa Santa Teresita. ¡Oh Jesús divino! Tú, misericordiosamente, te dignaste mirarla, y con solo la mirada de tus ojos claros, serenos, vestida la dejaste de tu hermosura. Dígnate, pues, te lo pido con fe, recompensar este devoto ejercicio, con la dulce y misericordiosa mirada dc tus ojos divinos. «Más qué digo, ¡Jesús mío! Tú sabes muy bien que no es la recompensa la que me induce a servirte, sino únicamente tu amor y la salvación de mi alma». Te lo pido por la intercesión de tu florecilla regalada. ¡Oh querida Teresita! Es preciso que ruegues por mí, para que el rocío de la gracia se derrame sobre el cáliz de la flor de mi corazón, para fortalecerlo y dotarlo de todo cuanto le falta. ¡Adiós, florecilla de Jesús! Pide que cuantas oraciones se hagan por mí, sirvan para aumentar el fuego que debe consumirme. Amén.

 

En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.

sábado, 18 de octubre de 2025

SAN LUCAS, evangelista. (+ 86) — 18 de octubre.

 


   El gloriosísimo evangelista san Lucas, fué natural de la ciudad de Antioquía, e hijo de padres gentiles.


   En las letras griegas y elocuencia puso mucho cuidado, y más particularmente en la medicina, la cual ejercitó, pues san Pablo le llamó «Médico carísimo ».

   También aprendió el arte de pintar, no por oficio, sino como es de creer, para ocuparse en ello algunos ratos y pasar el tiempo honestamente.



   Fué compañero de San Pablo en sus trabajos y peregrinaciones, y escribió el Evangelio tal cual el apóstol solía predicarlo: y así como san Mateo lo había escrito en hebreo para los judíos, san Lucas lo escribió en griego para los gentiles.

SAN LUCAS DISCÍPULO DE SAN PABLO.

   Pero no solamente se valió para ello de las instrucciones de san Pablo, sino también de los otros apóstoles y especialmente de la sacratísima virgen María, nuestra Señora, con la cual parece que tuvo mucha familiaridad, y de la cual fué muy favorecido.


   Supo de ella los sagrados y ocultos misterios de la encarnación del Verbo eterno en sus entrañas, la visitación de santa Isabel, la santificación de san Juan Bautista en el vientre de su madre, el nacimiento del Señor en Belén, su circuncisión y la presentación en el templo, con todos los otros misterios que sólo san Lucas escribe en su Evangelio, y sola la que era Madre y había sido testigo y tanta parte en ellos los sabía y se los podía descubrir.


   Además del sagrado Evangelio escribió san Lucas otro libro que se llama «Los Hechos Apostólicos», en el cual comenzando de la venida del Espíritu Santo, escribe la predicación de los apóstoles, los milagros que hicieron, las contradicciones que tuvieron de los judíos, las costumbres con que los cristianos de la primitiva Iglesia vivían, la muerte de san Esteban, la conversión de san Pablo, cómo Herodes mandó degollar a Santiago el Mayor y prender al mismo san Pablo y el Señor le libró; y cómo fué compañero de este santo apóstol.

   Va contando su peregrinación, sus trabajos y persecuciones, de las cuales no pequeña parte le cupo al sagrado evangelista, hasta que llegaron a Roma, donde estuvo dos años preso el apóstol, y allí pone fin y remata su libro.


   Dice san Epifanio que después de la muerte de los gloriosos príncipes de la Iglesia san Pedro y san Pablo, san Lucas anunció a Jesucristo con admirable fruto en Italia, en las Galias, en Dalmacia y en Macedonia, y los griegos aseguran que también predicó la fe en Egipto, en la Tebaida y en la Libia, donde derribó ídolos, y levantó altares al verdadero Dios.

   Afirma san Jerónimo que murió de edad de ochenta y cuatro años y que fué virgen toda la vida.

   No se duda que murió en Acaya, y que su sagrado cuerpo fué trasladado a Constantinopla, siendo emperador Constantino, y más tarde a Pavía donde es venerado, aunque la cabeza se reverencia en Roma en la iglesia de san Pedro.




   Reflexión: Entre las cosas memorables y dignas de veneración que hizo el bienaventurado san Lucas, una fué pintar las imágenes de Cristo nuestro Señor y la sacratísima Virgen su Madre.

   La de la Virgen hoy día está en Roma en la Basílica de Santa María la Mayor: ha sido siempre tenida en grande estima y reverencia con gran devoción; y el Señor ha obrado muchos milagros por ella.



   Que no falte una imagen de María en la alcoba de la familia cristiana, pues esta soberana Señora derramará sus bendiciones sobre las casas donde sea venerada su efigie.




   OraciónTe suplicamos, Señor, que interceda por nosotros tu evangelista san Lucas, el cual llevó siempre en su cuerpo la mortificación de la cruz por la gloria de tu nombre. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.  



FLOS SANCTORVM
DE LA FAMILIA CRISTIANA.