lunes, 15 de septiembre de 2025

MARTIROLOGIO ROMANO: DÍA 15 DE SEPTIEMBRE.

 


—La fiesta de los Siete Dolores de la santísima Virgen María.

 

 


—San Nicomedes, presbítero y mártir, en Roma, en la vía Nomentana, quien como respondiese a los que le obligaban a sacrificar a los ídolos: «Yo no sacrifico sino a Dios omnipotente, que reina en los cielos;» fue azotado cruelmente con cordeles emplomados hasta entregar su alma al Señor.

 


—San Valeriano, mártir, en la diócesis de Chalons; al cual el presidente Prisco lo hizo colgar y descarnar cruelmente con garfios de hierro; y viéndolo no obstante firme en confesar a Jesucristo, y con ánimo alegre é intrépido publicando sus alabanzas, lo mandó degollar.

—Los santos mártires Máximo, Teodoro y Asclepiodoto, en Andrinópoli; los cuales fueron coronados con el martirio en el imperio de Maximiano.

—Los santos mártires Emila, diácono, y Jeremías, en Córdoba; los cuales, en la persecución de los árabes, después de una larga y penosa cárcel, fueron degollados por el nombre de Jesucristo.

 



—Santa Melitina, mártir, en Marcianópolis en Tracia; la que en tiempo del emperador Antonino y del presidente Antíoco fue por dos veces llevada al templo de los ídolos, y como una y otra vez cayesen derribados los ídolos, fue colgada y azotada, y por último degollada.

 


—San Porfirio, comediante, quien, siendo bautizado por escarnio en presencia de Juliano el Apóstata, mudado de improviso por la gracia de Dios, confesó ser verdadero cristiano; y siendo luego degollado por orden del mismo Emperador, recibió la corona del martirio.

 


—San Nicetas, Godo, en el mismo día, fue quemado por orden del rey Atanarico en odio de la fe católica.

 

 

—San Apro, obispo, en Toul en Francia.

 


—San Leobino, obispo de Chartres, en Francia.

 


—San Albino, obispo, en Lyon.

 


—La dichosa muerte de san Aicardo, abad, en el mismo día.

 


—Santa Eutropia, viuda, en Francia.

 

 


—Y en otras partes se hace la fiesta y la conmemoración de otros muchos santos Mártires, Confesores y santas Vírgenes.

 

 

Alabado y glorificado sea Dios eternamente.

 

 

AÑO CRISTIANO

POR EL P. J. CROISSET, de la Compañía de Jesús. (1864).

Traducido del francés. Por el P. J. F. de ISLA, de la misma Compañía.


sábado, 6 de septiembre de 2025

SAN ELEUTERIO, ABAD. —6 de septiembre.

 


   San Eleuterio, padre del monasterio de San Marcos evangelista, en la ciudad de Espoleto, fue de tanta virtud, que con sus oraciones resucitó un muerto. Cierto día, caminando, no tuvo donde recogerse, sino es en un monasterio de religiosas que había en aquel paraje. Estas siervas de Dios tenían un niño a quien todas las noches atormentaba el demonio, apoderándose de él. Pidieron al Santo permitiese que aquel niño durmiese con él aquella noche, sin decirle por qué. Lo concedió el bendito Padre, y por la mañana le preguntaron:

   —¿Cómo le había ido con el huésped?

   El Santo respondió, que muy bien; y como entendiesen que por su virtud el demonio no se había atrevido aquella noche al muchacho, le pidieron se le llevase en su compañía, refiriéndole lo que pasaba. Se lo llevó consigo a su monasterio, y nunca más el demonio se atrevió a inquietar aquella criatura. Pasaron muchos días, y gozoso el santo Abad de ver tan sano y bueno, y libre del demonio a aquel muchacho, lleno de alegría dijo un día a sus monjes: El diablo se burla de aquellas santas religiosas, y así atormentaba a este niño; pero ahora no se atreve. Aunque dijo estas palabras con sinceridad, no dejó de deslizarse algo en la vanagloria de tan gran milagro; lo cual conoció al instante por los efectos, pues al mismo punto se apoderó el demonio del muchacho, y comenzó de nuevo a atormentarle. Reconoció el Santo su culpa, aunque fue tan ligera, que casi era dudoso que la hubiese cometido: la lloró amargamente, y pidió a todos los monjes se pusiesen en oración, protestando, fiado en la divina misericordia, que ni él ni otro alguno de ellos había de probar bocado de pan hasta tanto que aquel niño estuviese bueno y libre del demonio. 



   Y como la oración de muchos vale mucho con Dios, al fin alcanzaron el perdón de aquella ligera culpa de vanagloria que el santo Abad había cometido, y juntamente la salud del niño, tan cumplidamente, que nunca jamás el demonio se atrevió a entrar en él.

 


   Al fin lleno de días y virtudes dio su santísima alma a Dios tal día como hoy por los años del Señor de 580. Escribió su vida el glorioso y magno pontífice san Gregorio, cap. 33, lib. 3 de sus Diálogos.

 

AÑO CRISTIANO

 

POR EL P. J. CROISSET, de la Compañía de Jesús. (1864).

Traducido del francés. Por el P. J. F. de ISLA, de la misma Compañía.

 

MARTIROLOGIO ROMANO: DÍA 6 DE SEPTIEMBRE.

 

—San Zacarías, profeta, el cual ya muy anciano habiendo vuelto de la Caldea, murió en su patria y fue sepultado junto al profeta Aggeo.

 

 


—San Onesíforo, en el estrecho de Galípolis: fue discípulo de los Apóstoles, y hace mención de él san Pablo escribiendo a Timoteo (en su segunda carta, cap. 1). Padeció martirio juntamente con san Porfirio, siendo cruelmente azotado por mandato del procónsul Adriano, y después arrastrado por caballos feroces, en cuyo tormento entregó su alma a Dios.

 

—El tránsito de los santos mártires Fausto, presbítero, Macario y diez compañeros, en Alejandría; los cuales en tiempo del emperador Decio y del presidente Valerio, siendo degollados por confesar el nombre de Jesucristo, alcanzaron la corona del martirio.

 

—Los santos mártires Cótido, diácono, Eugenio y sus compañeros, en Capadocia.

 

—Los santos obispos Donaciano, Presidio, Mansueto, Germán y Fúsculo, en África; los cuales, en la persecución de los vándalos, por mandato del rey Hunerico, arriano, porque defendían la verdad católica fueron cruelmente azotados con manojos de varas, y después desterrados: entre ellos también había otro obispo llamado Leto, varón de grande ánimo y muy docto, el cual después de una larga y asquerosa prisión fue quemado vivo.

 

—San Petronio, obispo y confesor, en Verona.



—El siervo de Dios san Eleuterio, abad, en Roma, del cual escribe san Gregorio, papa, que con sus oraciones y lágrimas resucitó un muerto.

 

 

  

—Y en otras partes se hace la fiesta y la conmemoración de otros muchos santos Mártires, Confesores y santas Vírgenes.

 

 

   Alabado y glorificado sea Dios eternamente.

 

 

 

 

AÑO CRISTIANO

POR EL P. J. CROISSET, de la Compañía de Jesús. (1864).

Traducido del francés. Por el P. J. F. de ISLA, de la misma Compañía.


SAN ZACARÍAS, PROFETA. —6 de septiembre.

 


 

   Zacarías, que quiere decir memoria del Señor, fue hijo de Baraquías y nieto de Addo, vivió mucho tiempo en Babilonia, y en edad ya avanzada volvió a Jerusalén, donde en el segundo año y en el mes octavo de Darío comenzó a profetizar dos meses después que Aggeo, por lo cual el argumento de estos dos Profetas es uno mismo, bien que el Espíritu Santo, que había guiado a Aggeo a una simple y sumaria predicación, quiso variar de estilo en Zacarías, manifestándole muchas visiones de un sentido muy alto y misterioso, que fuesen como otros tantos retratos de las doctrinas y profecías que debia proponer. Pero hay muchos lugares tan difíciles de entender, que san Jerónimo, al comenzar su comentario, dice que es el más oscuro de los doce Profetas menores. Descubre muy expresamente el nacimiento del Salvador, juntamente con su pasión y muerte; su reino y sacerdocio; la venida del Espíritu Santo; la virtud del Evangelio y la vocación de los gentiles; y la restauración, justificación y glorificación eterna de su Iglesia. Algunos son de sentir que este Zacarías es el mismo de quien Jesucristo dijo que fue muerto entre el templo y el altar; aunque san Jerónimo es de opinión contraria. Su libro contiene catorce capítulos, y la Iglesia católica usa de la profecía de Zacarías en las lecciones de los Maitines de la feria sexta en la dominica quinta de noviembre.

 



AÑO CRISTIANO

POR EL P. J. CROISSET, de la Compañía de Jesús. (1864).

Traducido del francés. Por el P. J. F. de ISLA, de la misma Compañía.

SAN VICTORINO, OBISPO Y MÁRTIR. —5 de septiembre.

 


   La ciudad de Amiterno, hoy llamada de Aquila, está en aquella parte de Italia que llaman Campania, en el reino de Nápoles. De esta ciudad, pues, fué natural san Victorino. Muertos sus padres, que eran ricos y nobles, quedaron abundantes de posesiones Victorino y Severino, hermanos; pero aspirando a la cumbre de la perfección cristiana vendieron el rico patrimonio y repartieron á pobres cuanto haber pudieron. Quedaron tanto más ricos de bienes espirituales, cuanto más pobres de los de este mundo. Una voluntad sola gobernaba a los dos hermanos; nada les faltaba, porque todo lo habían dejado y dado por Cristo. Ellos eran señores uno del otro, y criados también, pues en cuanto se ofrecía servía el uno al otro. Victorino bien estaba con servir a su hermano Severino; mas no le agradaba ser de él servido, y así resolvió irse al desierto, como lo hizo. Se entró en lo más oculto y retirado, donde ni pudiese ver ni ser visto de las gentes, y sólo pudiese gozar de la conversación de los ángeles. Fabricó una celda tan estrecha que sólo él podía estar de rodillas o en pie orando; y si alguna otra persona estaba dentro, habían de estar por fuerza en pie los dos, que de otra suerte era imposible. Vivía nuestro santo en la gloria, vacando sólo a Dios, con oración, abstinencia, disciplinas y penitencias. Pero como nuestro enemigo común no duerme, envidioso de ver la paz y quietud de ánimo con que Victorino vivía, trató de contrastarla. Tomó forma de una hermosa doncella, y siendo ya noche se llegó a la puerta de la celda llorando y pidiendo favor, diciendo iba perdida y que temía las fieras de aquel desierto, que por amor de Dios la hospedase por aquella noche, que en amaneciendo se iría. Tan bien supo fingir la tragedia, tanto supo llorar y tan lastimosas plegarias supo hacer, que movido el corazón de Victorino a misericordia y piedad cristiana abrió la puerta y dio entrada a su enemigo.

 

   Luego que hubo entrado se fingió santa como el santo la doncella, y así se puso como él en oración; pero perseveró poco, porque tocando con uno de sus pies uno de los del santo le encendió en un fuego tal, que se olvidó de sí y de Dios, sin poderse valer ni reprimir: tanto efecto hizo el vil engaño de aquella sierpe enemiga. Apenas le vio caído en la culpa, cuando el demonio, burlándose de él, le dijo:

   —«¿Qué haces, varón santísimo? Tú, que te has desposeído del mundo y sus glorias por seguir la virtud, y puedes de verdad enseñarla a todos, ¿ahora te has despeñado? Dejaste a tu mismo hermano, y ¿admites a tu enemigo en tu compañía? ¡Ah desdichado!» Y diciendo esto se desvaneció en humo. Quedó Victorino confuso y avergonzado de ver había triunfado de él su enemigo con tal engaño y cautela; pero como sabía bien que Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva, se tomó por su culpa una de las más raras penitencias que se hayan visto jamás, y tal que no es para imitada de ningún pecador, si no es que tuviese, como Victorino, especial inspiración, ayuda y favor de Dios para hacerla. Fuese en busca de su hermano Severino, le confesó el engaño del demonio y su culpa, y le pidió le ayudase a la penitencia, porque la que Dios le había inspirado y se había impuesto no podía solo ponerla en ejecución sin su ayuda; se la ofreció el hermano, y llevando instrumentos para ello rajaron un árbol, y por la raja o hendidura hecha metió Victorino las manos, y luego hizo que su hermano volviese a cerrar y apretar muy bien aquella raja con cuñas y una faja de hierro, cerrada muy bien con su candado y llave, de suerte que jamás pudiese sacar de allí las manos ni dar alivio a su cuerpo.

 


   Le obedeció en todo Severino; pero después que le dejó metidas en tal prensa las manos y en tan nunca vista penitencia, se fué al obispo de Aquila, y le dio cuenta para que viniese y sacase de allí a su hermano. El obispo, admirado y compadecido, vino y procuró con toda prudencia y suavidad persuadido a que dejase aquella rigurosa penitencia; mas viéndole firme en su propósito, por no contradecir al espíritu de Dios que en él obraba, le echó su bendición, oró por él, le consoló y animó, y se fué. Tres años pasaron sin que se viesen señas algunas de mudar de ánimo; sólo permitía viniese a verle su hermano los domingos y le trajese un poco de pan y agua, que tomaba por conservar la vida para padecer, con cuyo rigor de abstinencia y ayuno de ocho días enteros le imitaba Severino, su hermano, pues solos los domingos tomaba como él una escasa refacción de pan y agua. En todos los tres años no cesó Victorino de llorar su culpa; al fin de los cuales el obispo, movido a piedad, vino a verle, y al fin alcanzó con sus ruegos que permitiese dejarse sacar de aquel árbol las manos. Convencido, pues, llegó su hermano, abrió la aldaba, quitó las cuñas y salió un esqueleto vivo, Victorino, pues sólo tenía la forma de humano, que en lo demás era un tronco seco. Obró en él de suerte la gracia y virtud del Altísimo, que comenzó a resplandecer en milagros, santidad y virtudes, sanando enfermos de todas enfermedades, resucitando muertos y expeliendo demonios de humanos cuerpos. Al fin fueron tantos los milagros que hizo, que no hay lengua que pueda contarlos ni pluma que los pueda reducir a número. Murió el obispo de Aquila, y por disposición divina todo el pueblo le aclamó y eligió por su obispo; y él, por no resistir a la divina disposición, aceptó el cargo. Se ordenó de sacerdote, y gobernó su iglesia santísimamente, siendo a todos ejemplos de vida santa y milagrosa.

 

   El cruel Nerva, emperador, tuvo noticia de la santidad de Victorino, y dio orden a Aureliano, juez, para que lo prendiese y martirizase; como lo hizo en la vía Salaria, sesenta millas de Roma, donde estuvo preso y padeció muerte por Cristo, junto con otros dos gloriosos mártires, llamados Eutiques y Marón. Después el juez impío lo hizo llevar cerca de Roma, a un lugar que llamaban Cutilas o Cotilas, donde manan unas aguas pestíferas, y allí le hizo colgar la cabeza hacia abajo, para que fuese atormentado de aquella pestilente hediondez, donde estuvo por espacio de tres días, al fin de los cuales dio su alma bendita a su Criador, por quien tanto había padecido. Fué su glorioso martirio a los 5 de septiembre del año del Señor 100. Escribieron su vida y martirio Usuardo, Adón, Surio, tom. V; Pedro de Natalibus In cathalogo sanctorum, lib. VIII, cap. 39; el Martirologio romano, y Baronio en sus Anotaciones, y en el tomo cuarto de sus Anales, año 98, núm. 12, y tom. II, año 100, núm. 12.

 

LA LEYENDA DE ORO.

SAN BERTIN O BERTINO, Abad y Confesor. —5 de Septiembre.

 


   San Bertín nació en Constanza, Francia, en los primeros años del siglo VII. Se educó en la Abadía de Luxeuil, conocida por la rigidez con que aplicaba la Regla de San Columbano, regla Famosa por su estrictez y austeridad. Pese a no ser novicio, Bertino se sintió llamado a seguir la regla al igual que los monjes de la Abadía, y al hacerse mayor, tomó el hábito. 




   En 639, Bertino y otros dos monjes se unieron a San Omer para evangelizar a los habitantes de Pas-de-Calais, una región famosa por su idolatría e inmoralidad. Los apóstoles no lograron gran éxito, pero siguieron adelante y edificaron un monasterio en honor de San Momolin. Bertino fue el primer Abad del mismo, cargo en el que permaneció los restantes sesenta años de su vida. 

San Audomaro (Omer) y el noble Adroaldo entregan a san Bertino
el lugar de Sithiu, donde se levantaría esta abadía
Ilustración de la Crónica de los abades de Saint-Bertin (S. XV)


   Envió monjes con la misión de fundar otros monasterios tanto en Francia como en Inglaterra, y él mismo viajaba constantemente para enseñar y animar a los fieles a practicar una mayor devoción a Dios. 

San Bertino llega en una barca a la isla de Sithiu i levanta el nuevo monasterio
Ilustración de la Crónica de los abades de Saint-Bertin (S. XV)


   Bajo su dirección, el monasterio era un excelente ejemplo para todos, y ayudaba a acercar muchas almas al Señor. 


   

   Durante su larga vida, de casi cien años, Bertino fue conocido por su santidad y las severas austeridades que se imponía. Al Morir, el monasterio le fue rededicado.

 

viernes, 5 de septiembre de 2025

SANTOS RÓMULO, EUDOXIO, ZENÓN, MACARIO Y 1104 COMPAÑEROS, Mártires. —5 de septiembre.

 



   El fortísimo soldado de Cristo San Rómulo, era mayordomo del emperador Trajano y le servía con tanta fidelidad y diligencia que mereció gozar de toda su confianza. Enviado en cierta ocasión por el emperador a las Galias, para que se enterase por sí mismo del estado de las legiones que allí tenía, y obligase a todos los soldados a sacrificar a los dioses, cumplió su encargo Rómulo con toda lealtad y celo; mas ni con promesas, ni con amenazas logró vencer la resistencia de muchos soldados que eran cristianos; a todo estaban dispuestos antes que a hacer aquel sacrificio abominable. Era capitán de aquellas tropas Eudoxio, ciudadano romano no menos fiel a la ley de Cristo que al emperador, el cual le había ennoblecido con las más altas condecoraciones del imperio; mas no fue todo esto bastante para que obedeciese a sus impías órdenes y desobedeciese a las del verdadero Dios. Así que llegó a los oídos del tirano la obstinación de aquellas tropas, mandó que fuesen trasladadas desde las Galias a Melitina de Armenia, y que en el viaje les hiciesen padecer grandes fatigas y malos tratamientos: los cuales sufrieron aquellos soldados de Cristo, con tan maravillosa fortaleza, que espantado de ella el mismo Rómulo que les afligía, abrió los ojos a la fe arrepintiéndose de lo que había hecho.  Presentándose ante el emperador, le confesó que también él era cristiano, y que todo lo menospreciaba y tenía en poco a trueque de vivir y morir como siervo de Cristo. Se enojó sobremanera el emperador al oír la confesión de su mayordomo; y en castigo de su desacato, que por tal lo tenía, mandó que le cortasen la cabeza y así se ejecutó. Tampoco quiso el Señor que perdiesen la corona aquellos invictos soldados, que habían comenzado ya a ganarla negándose a sacrificar a los ídolos, como Rómulo, siendo gentil, les había mandado; y así algunos años después, en tiempo del emperador Maximiano, se enviaron nuevas órdenes al prefecto de Melitina para que obligara a todos los soldados de su guarnición a que adorasen los dioses del imperio, condenando a muerte a cuantos se resistiesen a obedecer al mandato imperial. Entonces Eudoxio, que era como se ha dicho capitán de aquélla legión, respondió que sus soldados cristianos de ninguna manera se contaminarían con aquélla sacrílega idolatría, y luego les hizo una fervorosa exhortación diciéndoles que pues tenían valor, como buenos soldados, para morir en un combate por la esperanza de una victoria incierta y de una recompensa temporal, ¡cuánto más animosos habían de estar para dar la vida por Jesucristo, sabiendo que alcanzaban seguramente mucho más esclarecida victoria, y una recompensa perdurable! Esforzados con estas palabras y precedidos por Eudoxio, Zenón y Macario, ofrecieron todos alegremente su cerviz al cuchillo, y en número de mil cientos cuatro, recibieron en un mismo día la corona de su confesión, y la palma gloriosa del martirio.

 




REFLEXIÓN

 

   Mírense en este ilustre ejemplo de fidelidad a Cristo señaladamente los militares cristianos; y ya que como buenos soldados muestran su valor arrostrando cualquier peligro de muerte, no quieran faltar por cosa del mundo a la lealtad que deben a su divino Capitán, Rey y Señor Jesucristo; a quien todos deben servir fielmente, y en cuta honra hemos de vivir y morir para alcanzar la corona de los cielos.

 

ORACIÓN

 

   Oh Dios, que concedes la gracia de celebrar la fiesta de tus bienaventurados mártires Rómulo, Eudoxio, Zenón, Macario y demás compañeros de su martirio; otórganos también la dicha de poder gozar con ellos de la alegría y eterna felicidad. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

 

Flos Sanctorum de la Familia Cristiana.

SAN MARINO, Eremita. —4 de septiembre.

 



Que vuestras acciones correspondan a vuestras

palabras. Que vuestras almas sean tan puras

como lo exige el texto: Beati inmmaculati in via: Bienaventurados los inmaculados en el camino.

(San Cesáreo de Arlés).

 

   San Marino (Siglo IV), Era cantero en Rímini, Italia, cuando tuvo la inspiración de llevar una vida eremítica sobre una montaña de los alrededores. Fue allí, sobre su tumba, donde nació la pequeña ciudad de San Marino, capital de la república de ese nombre, y que es independiente desde el siglo XI.  

 

   La tradición sostiene que era un albañil de profesión que vino de la isla de Arba (actualmente Rab), al otro lado del mar Adriático (en lo que hoy es parte de la actual Croacia, entonces parte del Imperio Romano), huyendo de la persecución por sus creencias cristianas  en la persecución de Diocleciano.

Todavía conocido sólo con el nombre de Marinus (Marinus - lit. del mar), se convirtió en diácono y fue ordenado por Gaudencio, obispo de Rímini; más tarde, fue reconocido y acusado por una mujer loca de ser su marido separado, por lo que rápidamente huyó a Monte Titano y construyó una capilla-monasterio para vivir como ermitaño.

 

San Marino construyendo la capilla



   En el año 257 de la era cristiana, en un momento en que las persecuciones contra los cristianos eran cada vez más duras, los emperadores romanos Diocleciano y Maximiano decidieron reconstruir la ciudad de Rímini, destruida por Demóstenes, rey del pueblo liburnio.

   Para ello, reclutaron arquitectos, albañiles y obreros cualificados de todo el Imperio. Entre ellos, Marino y León, llegados de Dalmacia a Rímini, pronto se distinguieron por su destreza en la cantería, así como por sus excepcionales virtudes morales.

Poco después, León y Marino fueron enviados al Monte Titano para extraer piedra de las canteras. Permanecieron allí durante tres largos años.

   Después de este período, Leo se trasladó a Monte Feretro, que más tarde tomó el nombre de San Leo, mientras que Marino regresó a Rímini.

 

   Permaneció en Rímini doce años y tres meses, trabajando intensamente, predicando el Evangelio y combatiendo la idolatría, y gracias a ello su fama de hombre virtuoso y santo creció y llegó también a su patria.

   Como resultado, el diablo, sumamente molesto, sugirió a una mujer, nativa de Dalmacia como Marino, que se reuniera con él en Rímini y fingiera públicamente ser su legítima esposa. Ante el firme rechazo del santo, la mujer decidió apelar al gobernador romano para obtener justicia.

 Temeroso de las posibles consecuencias, Marino se refugió en las laderas del Monte Titano, donde permaneció oculto durante doce meses en una cueva fría e inaccesible, alimentándose únicamente de frutos silvestres y dedicándose a la oración. Pero un día fue encontrado por unos pastores y nuevamente alcanzado y acosado por la mujer poseída.

 

   Marino, escondido en su refugio, se negó a recibirla y finalmente, después de seis días, la mujer se dio por vencida y regresó a Rímini, donde murió poco después de confesar sus malvadas mentiras.

Marino, libre de todos los cargos, decidió sin embargo permanecer en el Monte Titano para vivir en una ermita perfecta y se instaló en la cumbre donde construyó una celda para él y una pequeña iglesia dedicada a San Pedro.

 

   A medida que la fama de santidad de Marino fue creciendo, otros comenzaron a seguirle hasta que finalmente una señora de Rímini y propietaria del Monte Titano decidió regalarle la montaña.

 

   Durante su estancia en el Monte Titano, Marino realizó milagros, como la curación de un pecador dálmata poseído por un demonio (quien se sentía perturbado por su santidad). En una ocasión, domó a un oso.

 

   El milagro más importante, sin embargo, fue el encuentro con Verissimo, hijo de la noble viuda Felicíssima (o Felicidade), propietaria del territorio del Monte Titano.

Veríssimo disputó a Marino la residencia en su territorio y Marino, previendo las intenciones amenazantes del joven, pidió ayuda a la Divina Providencia.

 

   En ese preciso instante, Veríssimo quedó paralizado de brazos y piernas. Su madre, desesperada, corrió hacia el Santo para pedirle perdón y ofrecerle lo que deseara. El santo respondió que no tenía otro deseo que la conversión, el bautismo y un lugar donde descansar. Felicissima aceptó y, para expresar su agradecimiento, donó el Monte Titano a Marino y a todos sus descendientes. Verissimo se curó y los 53 miembros de la familia se convirtieron al cristianismo.




 

Fundador de San Marino - República de San Marino, portal oficial

 

 

   Marino fue canonizado como santo y más tarde del centro creado por el monasterio surgió el Estado de San Marino.

 

   Su festividad es el 3 de septiembre, en conmemoración del día en el año 301 en que fundó el estado conocido como San Marino, que es también la fiesta nacional del estado. Es venerado en las religiones católica romana y ortodoxa oriental.

Murió en el invierno de 366 y sus últimas palabras fueron: “Relinquo vos liberos ab utroque homine”: “Os dejo libres de ambos”.

 

   Esta frase un tanto misteriosa probablemente se refiere a los dos “hombres” de cuyo poder opresor San Marino decidió separarse convirtiéndose en ermitaño en el Monte Titano: respectivamente el Emperador y el Papa.


Santuario principal:  Basílica de San Marino


   Esta afirmación de libertad (en primer lugar, la exención de impuestos) tanto del Imperio como de los Estados Pontificios, aunque legendaria, siempre ha sido la inspiración de la pequeña república.